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La Declaración de la Independencia fue un grito de libertad que llegó luego de más de diez años de debates y guerras internas. Choques que surgieron para resolver miradas opuestas acerca del rol que debía cumplir el nuevo Estado que nació de la Revolución de Mayo de 1810 y que consolidó esta cumbre de representantes de las provincias el 9 de Julio de 1816 con una decisión valiente de autodeterminación.
El interior fue protagonista central en la construcción de esta etapa embrionaria de la Argentina, con líderes federales que fueron actores decisivos y que contribuyeron a equilibrar el apetito del puerto de Buenos Aires.
Muchos de aquellos puntos de fricción surgidos en la etapa de alumbramiento recorrieron la historia de nuestro país en nuevos formatos.
Y hoy la Argentina mantiene abierto el debate acerca de qué país quiere construir, si uno más federal o más unitario, uno inclusivo u otro menos justo para sus habitantes. Yo apuesto por uno que sea más igualitario cada día.
La pelea por los recursos ha sido una constante en la construcción del vínculo entre la Nación y las provincias.
Explicación:
Independencia es una palabra de contenido profundo que ilumina sobre libertad, otra expresión potente de nuestra lengua. Ambas se unieron con fuerza invencible en el Congreso reunido Tucumán que declaró hace 202 años a la Argentina como una Nación autónoma de la monarquía española y de toda otra dominación extranjera, una celebración que hoy transcurre en un momento especialmente delicado del País.