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Cuando se habla de evolución, casi siempre se pone de ejemplo cómo adquirió la jirafa un cuello tan largo. ¿Sobrevivieron aquéllas con el de mayor tamaño, como proponía Darwin, o a medida de estirarlo adquirió esas dimensiones, como postulaba Lamarck? Ahora la genética da un nuevo espaldarazo a la teoría de la evolución de Darwin, la más aceptada. Investigadores de la Universidad de Pensilvania (EEUU) y del Instituto Africano Nelson Mandela para la Ciencia y la Tecnología (Tanzania) han secuenciado por primera vez el genoma de la jirafa y el de su pariente vivo más cercano, el okapi africano, y los han comparado con el de más de 40 mamíferos, como la vaca, la oveja, la cabra, el camello y los humanos."La teoría de Darwin de la selección natural es coherente con una selección basada en la variación de la secuencia de ADN, mientras que la de Lamarck tiene más que ver con la modificación epigenética del ADN", es decir, con los interruptores genéticos que encienden y apagan los genes, explica a EL MUNDO Douglas Cavener, de la Universidad de Pensilvania y uno de los líderes del estudio que ha publicado la revista Nature Communications. "Hemos encontrado suficientes pruebas de cambios en la secuencia de ADN de genes que regulan el desarrollo y que apoyan la tesis de Darwin", añade. Sin embargo, "al menos tres genes controlan modificaciones epigenéticas que pueden ser consideradas como parte del proceso descrito por Lamarck", apunta Morris Agaba, otro de los investigadores.
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