2. En la sociedad feudal no había posibilidad de ascender en la pirámide social. ¿A qué atribuyes ese fenómeno?

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Respuesta dada por: adelamedina143
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Origen de la sociedad feudal

El feudalismo como institución surge como consecuencia de la crisis vivida por la sociedad del Bajo Imperio Romano. La situación de inseguridad subsiguiente a éste condujo a los jefes germánicos a la necesidad de rodearse de fieles en quienes poder confiar para garantizar su seguridad personal y como ayuda ante posibles campañas militares. Este modelo se convirtió con los carolingios en su sistema de gobierno, de forma que el soberano administraba el territorio mediante la asistencia de un séquito o "palacio" constituido por señores territoriales, obispos y abades.

Con el mayor peso de la guerra en esta sociedad, poco a poco se fue primando más a los señores militares, mediante la concesión de posesiones que, en un principio, tenían carácter vitalicio pero que, con el tiempo, se fueron haciendo hereditarias.

Elementos de la sociedad feudal

El feudalismo es un fenómeno propio del reino franco, es decir, los territorios incluidos entre los ríos Rin y Loira, que se vio acelerado por las guerras civiles y las invasiones que experimentó durante los siglos posteriores al Imperio carolingio, y que se articula alrededor de dos elementos clave, el vasallaje y el feudo. Ante la inseguridad reinante, muchos propietarios de tierras buscaron el amparo y protección de otros señores más poderosos, a cambio de cederles su vasallaje y fidelidad o un censo o gravamen. De esa forma, la pequeña propiedad pasaba a ser de tipo feudal o censal, respectivamente. Los señores intermedios entre éstos y la autoridad real fueron adquiriendo cada vez más poder, tanto sobre la tierra como sobre los hombres vinculados a ella, de tal manera que paulatinamente fue desapareciendo la propiedad libre. Para asegurarse la lealtad del vasallo, el señor le entregaba a cambio un bien de naturaleza real, el feudo; éste se materializaba en forma de tierras o derechos, pero nunca con la propiedad plena sobre el mismo.

El acuerdo entre ambos se efectuaba mediante la ceremonia del homenaje, por la cual el vasallo juraba fidelidad al señor, y éste lo acogía, ofreciéndole defensa y protección. La fidelidad estaba generalmente centrada en el campo militar, de manera que el vasallo se obligaba ante su señor a prestarle asistencia en caso de guerra, si bien el tipo de ayuda variaba mucho entre lugares o épocas. Así, podía tratarse, entre otras obligaciones, de combatir a su lado, prestarle contingentes, simples servicios de vigilancia, una contribución a las cargas financieras que suponían las campañas o incluso participar en el pago de rescate en caso de que aquél fuese capturado. En algunas zonas, como Francia o Alemania, el vasallo debía asesorar al señor en la toma de decisiones importantes.

Con el tiempo, el título de propiedad del feudo pasó a ser hereditario, pero el homenaje debía renovarse en cada transmisión. Este hecho contribuyó a que se concentrasen o, según los casos, se fraccionasen los feudos, de manera que los vasallos principales se convertían a su vez en señores de otros vasallos de nivel inferior, quienes podían hacer lo mismo. Así, aparecieron diversas figuras como los alcaides o castellanos, encargados de la administración y defensa de un castillo y las tierras que le correspondían, para lo que disponían también de otros combatientes bajo su mando, o los ministeriales, jueces, notarios y maiores, figuras todas ellas de tipo civil, encargadas de representar la autoridad pública en sus distintos órdenes.

Entre las múltiples figuras que se crearon para recaudar ingresos, destaca el diezmo, percepción que cobraba el señor por el mantenimiento y reparación de un templo que era utilizado por los aldeanos como parroquia. Los señores feudales no eran siempre militares, sino que la propia Iglesia estaba también integrada en este sistema. Las catedrales, abadías y monasterios tenían también posesiones, y el diezmo se convertía así en una de sus fuentes principales de recursos.

Finalmente, junto con estos derechos económicos claramentepecuniarios, había otros más sutiles, conocidos con el nombre genérico de banalidades, habituales en los siglos XII y XIII. Consistían en la imposición de obligaciones del tipo de acudir exclusivamente al molino de señor, por ejemplo, o prohibiciones de llevar a cabo determinadas faenas del campo hasta una determinada fecha, para que el señor pudiera vender antes su producción. Estos derechos eran más de tipo jurisdiccional, pues eran impuestos directamente por el señor mediante un bando (bannum, de ahí su nombre).

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