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En los reinos hispanos, la presencia de mujeres en la construcción fue muy abundante. En Gerona varias cofradías de oficios agrupaban a hombres y mujeres, 'cofrades y cofraderas', que ejercían de canteras, carpinteras y albañiles. Encontramos los mismos datos en Burgos, Toledo, Zaragoza y en otras ciudades. Es a partir del siglo XV cuando se prohíbe la incorporación de mujeres a los gremios y cofradías, convirtiéndose la mujer en un ser jurídicamente incapaz. El Derecho Napoleónico se encargó de consagrar esta situación en el siglo XIX.
Las mejor pagadas eran las 'argamaseras' o amasadoras, las carpinteras y las que trabajaban en las vidrieras, pues eran oficios para los que se necesitaba una cierta preparación.
La mayoría son anónimas, sin más referencias que su sexo, dedicación y sueldo; mujeres sin nombre que ejercían las labores más duras y menos cualificadas y que, además, se dedicaban a las labores domésticas y a la crianza.
Pero es en la producción textil donde hay una mayor participación femenina a distintos niveles del proceso. Hilar era la tarea femenina del Medievo, independientemente del grupo social.
Las mujeres, además, participaban en la gestión del patrimonio rural, comercializaban todo tipo de productos o regentaban tabernas. Resulta por ello imposible nombrar todos los oficios que desempeñaban las mujeres durante la Edad Media.
Centrémonos ahora en el ámbito cultural y educativo. Es cierto que las mujeres de la Edad Media tuvieron grandes dificultades para acceder al conocimiento, pero esto no es una característica solo de estos siglos. Todavía en el siglo XIX, e incluso en el siglo XX, las mujeres no accedían a la enseñanza en igualdad con los hombres, pues el acceso a la educación ponía en peligro la aceptación de su papel tradicional asignado.
Pero al contrario que las mujeres de las clases bajas, las nobles cultivaron algunos saberes y muchas de ellas dominaron la escritura, la lectura, la música y aprendieron otras lenguas.
En la Península y durante el periodo comprendido entre los siglos VI y XIII, aproximadamente, algunas de estas mujeres, que retaron a su tiempo, trabajaron en monasterios, muchos de ellos dúplices y regidos tanto por hombres como por mujeres.
Destacan por su poder las abadesas Flora del Monasterio, dúplice de Santiago de León e Inés Laynez del Real Monasterio de Las Huelgas, quien protagonizó controversias con el papado y los obispos por 'abusos del orden sagrado'. Las abadesas de Las Huelgas oían confesiones, daban el hábito y predicaban en sus comunidades, funciones consideradas privativas de la clase s
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