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¿Cómo aprende el cerebro? Una encuesta realizada a 284 docentes españoles y publicada el pasado octubre en « Frontiers in Human Neuroscience» refleja el enorme interés que despierta en el profesorado las investigaciones sobre el cerebro. El 95,4% de los consultados consideraban de gran importancia para su práctica docente el conocimiento científico que existe sobre él, pero este ávido interés por la neurociencia y sus posibles aplicaciones a la educación también ha acarreado la proliferación de numerosos «neuromitos», como «el de los periodos críticos (en vez de sensibles) después de los cuales ya no se puede aprender», o «la refutada teoría de los estilos de aprendizaje, según la cual las personas pueden ser clasificadas según su estilo de aprendizaje y aprenden mejor si se les enseña de acuerdo con él», explica Marta Ferrero, coautora del estudio.
«El entusiasmo con el que muchos profesores ha acogido la neurociencia junto con la simplificación o mala interpretación de los avances que se han hecho en esta materia han favorecido la aparición y propagación de muchas intervenciones educativas supuestamente basadas en la neurociencia, pero lo cierto es que la neurociencia, a día de hoy, aún no tiene una aplicación directa en las aulas», asegura esta psicóloga que defiende una educación basada en la evidencia. La neurociencia, dice, «puede ayudar a comprender qué procesos mentales están envueltos en el aprendizaje (de la misma forma que un mecánico puede describir qué mecanismos son necesarios para que funcione un automóvil), pero todavía esta rama del saber no puede informar directamente sobre qué intervenciones utilizar en el aula para, por ejemplo, enseñar a leer o hacer operaciones matemáticas (de la misma forma que el mecánico no puede enseñar a alguien a conducir un coche)».