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Respuesta:
Lo primero (primera característica) que resalta en esta evangelización es su doble objetivo.
Como misioneros, los evangelizadores americanos se proponían ante todo difundir el Evangelio,
pero también eran conscientes, y, salvo excepciones, nunca renunciaron a ello, de que la evangelización entrañaba la anexión política a España del territorio evangelizado, aunque esta incardinación no la hicieran más que de un modo implícito. Esta duplicidad de objetivos la alimentó también la Corona al dirigir y proteger la evangelización, sin por ello renunciar a la anexión política de lo evangelizado y, por supuesto, con el propósito de que un proceso arrastrara al otro.
Este doble objetivo, actualmente inconcebible, ha generado la acusación de que la Iglesia utilizó a la Corona para sus fines religiosos y de que la Corona se valió de la Iglesia para sus proyectos políticos. La manera exacta de expresar este hecho es que ambas instituciones colaboraron entre sí para conseguir ambos fines: la Iglesia, persiguiendo directamente la evangelización e indirectamente la anexión política; la Corona, con miras a ambos objetivos simultánea y directamente. En realidad, ninguna utilizó a la otra, porque, en la mentalidad de la época, ambas tenían obligación de proceder de esa manera. Es decir, una y otra se limitaron a cumplir con su cometido. Dada la íntima relación existente entre ellas, la Iglesia, además de evangelizar, se consideraba en la obligación de colaborar con la Corona, aparte de que no tenía por qué renunciar a algo, como la anexión política, que juzgaba beneficioso para la misma evangelización. La Corona, obligada a fomentar la evangelización como contrapartida de los derechos del Real Patronato, actuaba, lógicamente, persiguiendo la anexión política, propósito al que no tenía por qué renunciar ante el hecho de que esta incardinación se derivase de la propia evangelización.
La segunda característica
La segunda característica del proceso evangelizador americano consiste en la amplitud geográfica, que contrasta con su brevedad cronológica. Ambos aspectos se reflejan en el hecho de que a lo largo de sólo los trescientos treinta y un años que corrieron desde 1493 hasta 1824 se evangelizaron unos catorce millones y medio de kilómetros cuadrados, equivalentes a veintinueve veces España, y en el de que la evangelización propiamente dicha de un territorio se cifraba en sólo diez o veinte años, transcurridos los cuales se consideraba ya definitivamente insertado en el cristianismo. Se trata, por lo mismo, de un proceso único, por su amplitud y rapidez, en la acción misional de la Iglesia, no igualado ni siquiera por el de la cristianización del imperio romano, que es con el que guarda mayor similitud.
A esta característica hay que añadir la de que esa evangelización fue realizada por sólo unos veinte mil misioneros, como máximo, cifra sorprendentemente reducida si se tienen en cuenta las dimensiones espaciales del campo misional.
La tercera característica
A la posibilidad de evangelizar un espacio geográfico tan extenso, en tan poco tiempo y con tan reducido número de personal, colaboraron simultáneamente los siguientes factores:
- el decidido apoyo prestado a la evangelización por la Corona;
- la calidad humana y el fervor religioso de los misioneros seleccionados para realizar ese cometido;
- el acierto en los métodos puestos en práctica para atraer a los indígenas al cristianismo, entre los que destacan la acomodación a su idiosincrasia,
- la táctica de comenzar por los caciques y la educación cristiana de la infancia y juventud;
- la inexistencia de oposición por parte de los nativos (hablando en general) a la nueva religión;
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A UNIDAD: Jesús la pidió expresamente al Padre la noche de la Pasión como señal distintiva de su Iglesia: “Te pido que todos ellos estén unidos, que como tú Padre, estas en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste. ...
LA CATOLICIDAD: ...
LA SANTIDAD: ...
LA APOSTOLICIDAD.
Explicación:
Coronita porfa