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Respuesta:
La Misericordia - Catequesis Papa Francisco JMJ
También la necesaria obra de renovación de las instituciones y de las estructuras de la
Iglesia es un medio que debe conducirnos a hacer la experiencia viva y vivificante de la
misericordia de Dios que, sola, puede garantizar a la Iglesia de ser aquella ciudad puesta
sobre un monte que no puede permanecer escondida (cfr Mt 5,14). Solamente
resplandece una Iglesia misericordiosa. Si debiéramos, aún solo por un momento,
olvidar que la misericordia es “aquello que a Dios le gusta más”, cada esfuerzo nuestro
sería en vano, porque nos convertiríamos en esclavos de nuestras instituciones y de
nuestras estructuras, por más renovadas que puedan ser, pero siempre seríamos
esclavos.
«Sentir fuerte en nosotros la alegría de haber sido reencontrados por Jesús, que como
Buen Pastor ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos» (Homilía en las
Primeras vísperas del domingo de la Divina Misericordia, 11 abril 2015): este es el
objetivo que la Iglesia se pone en este Año Santo. Así reforzaremos en nosotros la
certeza de que la misericordia puede contribuir realmente a la edificación de un mundo
más humano. Especialmente en estos nuestros tiempos, en que el perdón es un huésped
raro en los ámbitos de la vida humana, el reclamo a la misericordia se hace más urgente,
y esto en cada lugar: en la sociedad, en las instituciones, en el trabajo y también en la
familia.
Cierto, alguno podría objetar: “Pero, Padre, la Iglesia, en este Año, ¿no debería hacer
algo más? Es justo contemplar la misericordia de Dios, pero ¡hay muchas necesidades
urgentes!”. Es verdad, hay mucho por hacer, y yo en primer lugar no me canso de
recordarlo. Pero es necesario tener en cuenta que, a la raíz del olvido de la misericordia,
está siempre el amor proprio. En el mundo, esto toma la forma de la búsqueda exclusiva
de los propios intereses, de placeres, de honores unidos al querer acumular riquezas,
mientras que en la vida de los cristianos se disfraza a menudo de hipocresía y de
mundanidad. Todas estas cosas son contrarias a la misericordia. Los lemas del amor
propio, que hacen extranjera la misericordia en el mundo, son totalmente tantos y
numerosos que frecuentemente no estamos ni siquiera en grado de reconocerlos como
límites y como pecado. He aquí por qué es necesario reconocer el ser pecadores, para
reforzar en nosotros la certeza de la misericordia divina. “Señor, yo soy un pecador,
Señor soy una pecadora, ven con tu misericordia” y esta es una oración bellísima, es
fácil eh, es una oración fácil para decirla todos los días, todos los días: “Señor yo soy un
pecador, Señor yo soy una pecadora, ven con tu misericordia”.
Queridos hermanos y hermanas, deseo que en este Año Santo, cada uno de nosotros
tenga experiencia de la misericordia de Dios, para ser testigos de “aquello que a Dios le
gusta más”. ¿Es de ingenuos creer que esto pueda cambiar el mundo? Si, humanamente
hablando es de locos, pero «porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría de
los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres
Explicación:
Respuesta: «Sentir fuerte en nosotros la alegría de haber sido reencontrados por Jesús, que como
Buen Pastor ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos» (Homilía en las
Primeras vísperas del domingo de la Divina Misericordia, 11 abril 2015): este es el
objetivo que la Iglesia se pone en este Año Santo. Así reforzaremos en nosotros la
certeza de que la misericordia puede contribuir realmente a la edificación de un mundo
más humano. Especialmente en estos nuestros tiempos, en que el perdón es un huésped
raro en los ámbitos de la vida humana, el reclamo a la misericordia se hace más urgente,
y esto en cada lugar: en la sociedad, en las instituciones, en el trabajo y también en la
familia.
Cierto, alguno podría objetar: “Pero, Padre, la Iglesia, en este Año, ¿no debería hacer
algo más? Es justo contemplar la misericordia de Dios, pero ¡hay muchas necesidades
urgentes!”. Es verdad, hay mucho por hacer, y yo en primer lugar no me canso de
recordarlo. Pero es necesario tener en cuenta que, a la raíz del olvido de la misericordia,
está siempre el amor proprio. En el mundo, esto toma la forma de la búsqueda exclusiva
de los propios intereses, de placeres, de honores unidos al querer acumular riquezas,
mientras que en la vida de los cristianos se disfraza a menudo de hipocresía y de
mundanidad. Todas estas cosas son contrarias a la misericordia. Los lemas del amor
propio, que hacen extranjera la misericordia en el mundo, son totalmente tantos y
numerosos que frecuentemente no estamos ni siquiera en grado de reconocerlos como
límites y como pecado. He aquí por qué es necesario reconocer el ser pecadores, para
reforzar en nosotros la certeza de la misericordia divina. “Señor, yo soy un pecador,
Señor soy una pecadora, ven con tu misericordia” y esta es una oración bellísima, es
fácil eh, es una oración fácil para decirla todos los días, todos los días: “Señor yo soy un
pecador, Señor yo soy una pecadora, ven con tu misericordia