Analice y escriba su reflexión a la siguiente frase tomada del texto anterior: “Es fácil decir que Jesús es bueno cuando las cosas van bien; otra cosa muy distinta es decirlo cuando estamos enfermos, cuando hemos perdido nuestros trabajos, cuando hemos perdido a un ser querido o cuando parece que nuestro mundo se está desmoronando”. Es más, era el que había bautizado a Jesús y había visto al Espíritu Santo descender sobre Él como una paloma (Mateo 3:16-17). Cristo llegó a decir que, entre los mortales, no había nadie más grande que Juan (Mateo 11:11). En resumen, Juan estaba cumpliendo con su propósito en la vida mejor que tú o yo. Desde luego, si había alguien que debía confiar plenamente en Jesús era Juan”. Recordemos que Juan fue encarcelado y luego le cortaron la cabeza.
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Respuesta:
Es fácil creer y confiar en Dios cuando estamos bien, o cuando vemos cosas, cuando nuestra fe va respaldada por los hechos que estamos viendo; o sabemos que estamos sanos y aun nos queda vida.
Honestamente se nos es fácil creer cuando vemos el poder de Dios actuando, pero cuando llegan esos tiempos de tormento, dolor, angustia y temor, en donde por más que oremos no encontramos respuesta. Esos tiempos en donde pareciera que Dios además de guardar silencio también ha desaparecido, es donde consideramos que es difícil creer antes la aflicción. A veces, Dios no tiene porque demostrar nada; él no necesita ir por todas partes haciendo todo lo que quieras que haga para que creas que es Dios. Muchas veces, tratamos de chantajear a Dios, “poniendo en juicio” su poder o su capacidad para actuar; como que si el hecho que lo pongamos en juicio hará que el obre más o lo haga más rápido o de la forma que nosotros lo queremos.
Dios tiene sus tiempos, sus formas, sus objetivos y propósitos. Él no necesita demostrarte lo que es, porque siempre fue, siempre ha sido y siempre será. ¡Él siempre hará conforme a su voluntad!