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nos4eee
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La oxidación es fuente de vida. La vida podemos considerarla como un equilibrio dinámico e inestable de reacciones fisicoquímicas que se suceden y concatenan en perfecto orden y armonía. Por este dinamismo inseparable de la vida los organismos han de consumir continuamente energía para realizar todos sus procesos vitales. Esta energía la obtienen a través de ingeniosos mecanismos acoplados a reacciones de óxido-reducción entre sistemas redox de diferente potencial, transformando la energía física de la luz solar y la energía química de los alimentos en energía química fisiológica (1).
Aunque actualmente todos los organismos vivos, salvo ciertos procariotas del grupo de las arquibacterias, necesitan oxígeno para mantener las funciones vitales, si hacemos historia de la tierra nos encontramos que la atmósfera primitiva no poseía oxígeno. El oxígeno presente actualmente en forma de molécula diatómica (O2) –que supone un 21% de la composición de la atmósfera– es obra de los seres vivos. Concretamente de los vegetales, que en su actividad fotosintética utilizan la energía solar para separar el oxígeno del hidrógeno de la molécula de agua.
Hace más de 3.000 millones de años fueron probablemente las cianobacterias los primeros organismos capaces de liberar O2 en la atmósfera primitiva, al utilizar el potencial redox del H2O en lugar del SH2 para generar el NADH y NADPH, descubriendo de esa manera las grandes posibilidades energéticas que ofrece el oxígeno. Pero teniendo en cuenta también la gran toxicidad de este mismo O2, las células productoras tuvieron que adoptar medidas de autoprotección para evitar sus efectos deletereos, como la compartimentalización, las maquinarias detoxificadoras y reparadoras (2).
En la fotosíntesis la energía solar impulsa la reducción del CO2 y la oxidación del H2O formando hidratos de carbono y O2. En el metabolismo aeróbico, realizado por los eucariotas y muchos procariotas, tiene lugar un proceso inverso a la fotosíntesis, que permite almacenar la energía libre producida en la oxidación de los carbohidratos y de otros compuestos orgánicos, en forma de ATP. También el metabolismo anaeróbico produce ATP, aunque con menor rendimiento, a través de reacciones intramoleculares de oxidación de distintas moléculas orgánicas. Queda patente que las reacciones de óxido-reducción son la clave en los principales procesos energéticos biológicos (3).
A pesar de que las reacciones de óxido-reducción son imprescindibles para la vida, la oxidación también es fuente de enfermedad cuando se pierde el equilibrio entre prooxidación y antioxidación a favor de los prooxidantes (como ocurre al generarse radicales libres). Nos encontramos entonces con el llamado estrés oxidativo (4).
Los radicales libres (RL) son moléculas, o porciones de ellas, que presentan al menos un electrón desapareado en su orbital más externo. Los RL son extraordinariamente reactivos y muy inestables, reaccionando por regla general muy deprisa en los medios donde se forman con el objetivo de conseguir que los electrones estén apareados, siendo su vida media en ocasiones muy inferior a una milésima de segundo, por lo que la inmensa mayoría de ellos constituyen materia efímera e intangible, imposible de aislar, almacenar y manejar (4,5).
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