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Mucho se ha hablado de la relevancia de las instituciones en el desarrollo, pero poco se ha profundizado en el tema, por eso se hace oportuno enunciar en primera instancia, la obra de “La riqueza de las naciones” en la que Adam Smith fundamentó la economía clásica, estableciendo que la ausencia de conflicto entendida como cooperación, permitía modernizar los modos de producción basados en la división del trabajo y la acumulación de capital, dependiendo cada sociedad para acumular riqueza, de la naturaleza de sus leyes e instituciones. Por lo tanto se observa, que desde esa lejana época, ya se consideraba que la explotación y la lucha entre los grupos e individuos, frenaba el progreso de las sociedades.
En este aspecto profundizó al cierre del siglo XIX Thorstein Veblen, en medio del desarrollo del modelo neoclásico de la economía, que establecía que los individuos buscaban maximizar su bienestar y por ello había que estudiar su comportamiento, interpretando el autor a través de su teoría del consumo conspicuo y del complejo de emulación, que las instituciones eran el resultado de la interacción social y de la evolución de los hábitos, dando así comienzo, a una metodología que continuó John Commons adicionando, que la índole jurídica de las instituciones era primordial, porque ellas cumplían las funciones estipuladas por el ordenamiento jurídico; sumando posteriormente a este concepto Ronald Coase, que la función económica de las instituciones determina la estructura y evolución de las sociedades.
Ahora en cuanto al conflicto, Vilfredo Pareto lo incluyó en la literatura económica, encontrando que es un problema que crea pugnas por la distribución de la producción, desviando los recursos de actividades productivas hacia actividades improductivas, ocurriendo esto, por la carencia de instituciones que tramiten eficientemente las disputas sobre la propiedad y el ingreso, como también por la carencia de un ordenamiento jurídico positivo o por su falta de cumplimiento, en donde de igual forma influye, cierto tipo de comportamiento en la sociedad, que pasa a establecer la estructura productiva. Por eso la ausencia de conflicto y el rol de las instituciones para prevenirlo y resolverlo, se torna imprescindible para dinamizar la economía.
Incluso el institucionalismo en las empresas, analiza que los contratos y los mecanismos de resolución de litigios, se tornan en instituciones sociales destinadas a economizar costos de transacción, llenando vacíos que surgen en el mercado. Por lo tanto indica Jorge Restrepo, que las empresas no son únicamente aparatos tecnológicos para la producción, sino que de igual manera centralizan transacciones, que de otra forma no tendrían lugar debido a su alto costo. Así mismo, las empresas también descentralizan el orden jurídico, al suplir las funciones de administración del orden legal, convirtiéndose en coordinadores y árbitros de conflictos en transacciones y contratos, estableciendo por este medio, una distribución de la renta que resuelve el conflicto, garantizando y manteniendo los derechos de propiedad.
Esto lleva a conjeturar a Restrepo, que el conflicto no sólo depende de la fortaleza del orden jurídico y de las instituciones especializadas en hacerlo respetar, sino de la capacidad de las organizaciones para complementarlo. Colíjase por consiguiente, que el desarrollo empresarial mejora la eficiencia económica y expande el ordenamiento legal, manteniendo la resolución no violenta de los conflictos, haciendo imprescindible dar un giro hacia el institucionalismo, para analizar y entender porque el discurso de las instituciones es tan importante para el desarrollo económico.