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La crisis conservadora
Paloma Valencia Laserna
17 oct. 2011 - 6:00 p. m.
Por: Paloma Valencia Laserna
El Partido Conservador necesita restablecerse dentro del nuevo contexto político: resurgen los liberales mientras los conservadores viven una dura crisis ética e ideológica.Durante el gobierno Uribe los conservadores estaban bien ubicados y las políticas que profesaba el gobierno parecían agradar a la dirigencia azul y a su militancia; pero una vez elegido Santos el escenario se transformó. El Presidente está comprometido con la reunificación liberal por lo que ha privilegiado a los rojos que llevaban mucho tiempo fuera del poder y los conservadores han ido perdiendo espacios burocráticos y políticos. No puede haber mucha crítica por parte de los azules, ambos partidos llegaron al mismo tiempo a darle apoyo a Santos: la segunda vuelta. En medio de un gobierno de tintes liberales, la dirigencia conservadora ha sido señalada por escándalos de corrupción de gran magnitud, según lo describe la prensa: adjudicación de Notarías y de bienes de estupefacientes –moteles incluso- a parientes y testaferros de los parlamentarios.
En medio del naufragio esa misma dirigencia tachada decidió distraer la opinión con una agenda moralizante que recae sobre los debates modernos más importantes: los derechos patrimoniales de las parejas gay, el aborto y el uso de drogas. Sabemos que es una estrategia habilidosa, pues esos temas nunca han ocupado la discusión del Partido en los últimos años y además, es notorio que el Partido abandonó –desde hace un tiempo- su misión de hacer propuestas legislativas tendientes a solucionar los grandes temas nacionales. Acudir, entonces, a los asuntos que exaltan la opinión en un debate que es más transnacional que interno, se convierte en una manera de desviar la atención de sus propios escándalos. El Partido Conservador es amigo de la Iglesia y valora sus lineamientos, pero otra cosa es que desee convertirse en evangelizador que obligue a los otros a seguirlos. En estos debates no estamos discutiendo la moral de las personas, sino de la sociedad. Aquello exigible por las autoridades civiles, no es lo mismo que pueden y deben exigir las autoridades religiosas. En general, la responsabilidad legal es la mínima para la convivencia social; en tanto que de ahí en adelante cada individuo responde ante la religión, los gremios, la sociedad, sus convicciones y su conciencia. Es así como muchos conservadores, incluso católicos, no están de acuerdo con la habilidosa “cruzada” moralizante, pues consideran aquellos temas de la estricta orbita moral del sujeto.