John Paul lederach escribió “tres ideas ayudan a componer la red de la vida para construcción de la paz. Pensar, sentir y seguir las relaciones. Ellas están en el núcleo del cambio social. Requieren que comprendamos como y donde se conectan las cosas, y como esta red de conexiones ocupa el espacio social donde se gestan y se espera vivir los procesos de cambio, si se ha de provocar y posteriormente sostener, debe vincular y poner relación a grupos de personas, procesos y actividades que no están situados en los mismos sitios ni son de la misma opinión. El reto que plantean nuestros fracasos es que hemos sido incapaces de comprender la interdependencia de los grupos diferentes de personas y procesos y reconocer como pueden interactuar constructivamente” John Paul lederach concluye que aún no hemos logrado la paz por no poder conectar a las personas de forma correcta ¿esta conclusión se puede extraer del fragmento presentado? A. Si, Por qué lo más importante es el seguimiento de las relaciones. B. No, porque la paz no se ha logrado por no saber cómo y dónde se conectan las cosas. C. No, porque la paz radica no solo en las relaciones, también en el sentir y en el pensar. D. Sí, porque expresa la frustración de haber sido incapaces de realizar esta conexión.

Respuestas

Respuesta dada por: susanausecha40
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Respuesta:

-También habrá que coordinar formas de responder a la violencia en el posacuerdo…

Desde los estudios que hemos hecho, uno puede esperar que tras la firma haya formas de violencia residual. El reto es que una respuesta diferente ante esa violencia permita reducirla, en vez de recatalizarla. En muchos lugares, los que han pasado entre dos y tres años en la implementación a menudo logran un camino más sostenido. En Colombia, los dos años después del acuerdo, desde la firma hasta las próximas elecciones, serán claves. Cuando surge la violencia, indica que aún hay un diálogo necesario, no que hay malos para matar. El proceso sigue. El conflicto sigue.

-El concepto “posconflicto” crea expectativas que pueden terminar en frustraciones.

Mejor llamarlo posacuerdo. La expectativa hay que manejarla bien, porque se trata de una puerta que se abre y ofrece nuevas posibilidades, y hay que aprovecharlas. Cada colombiano tendrá que aprender a ir más allá de su rosca, a entrar en contacto con quienes no está de acuerdo. Llegó el momento de explorar el diálogo constructivo con el otro.

-¿Qué paradigma se debería dar en la relación con el otro? ¿Tolerancia o coexistencia?

Es posible que coexistan formas diferentes de ver problemas concretos. En Colombia podría haber coexistencia de experiencias que dan percepciones diferentes de la historia. Pero más que coexistir se puede buscar algo constructivo: mantener de manera digna y respetuosa una relación con personas con las cuales no estoy de acuerdo. La capacidad de respeto y dignidad hay que recuperarla por medio del diálogo sostenido. Eso es más importante, porque la coexistencia es yo en mi casa y usted en la suya, sin roces, pero eso llevaría a un país debilitado, con roscas, fácilmente golpeado por la corrupción y la polarización. Veo desde el 88 que los colombianos viven en roscas cada vez más reducidas, esto tiene que cambiar y el Gobierno no lo puede hacer. Es algo que la sociedad civil tiene que aprender y asumir.

-¿Qué importancia tienen la reconciliación y el perdón en ese contexto relacional?

La reconciliación ayuda a orientar, pero no siempre se llega allá con plenitud. En su sentido más profundo, quiere decir que hemos reconstruido nuestras relaciones y logramos cooperar, entendernos, caminar juntos de forma sólida. Falta ese horizonte que nos diga que es posible caminar juntos aunque no siempre logremos lo que querríamos.

El perdón es muy importante, pero crea paradojas. La víctima tiene un poder principal; es la persona dañada la que perdona. Tiene un peso, y perdonar significa deshacerse de ese peso. Pero eso no funciona bajo obligación. Hay que reconocer que la gente ha vivido experiencias que no tienen el mismo tiempo de curación. Es importante no crear estructuras que empiecen a revictimizar a personas por presionarlas a algo para lo que no están preparadas. Al otro lado del perdón está la actitud de quienes han hecho daño. No basta con pedir perdón, porque no son las palabras sino el giro en las acciones lo que cuenta. En la acción tiene que verse autorreflexión y autorreconocimiento. No hay forma de obligarlos ni de reemplazarlos. La inautenticidad se nota y crea heridas más profundas.

-Además de confusión, el acuerdo de justicia genera indignación en quienes ven la cárcel como el único castigo posible. ¿Cómo liberarnos de esa idea de la cárcel?

No perdamos de vista que la justicia representa la calidad de relación que tenemos y la calidad de responsabilidad que tomamos. Cuando a quien ha hecho mal se le impone un castigo, no cambia ese contexto relacional. Es importante a nivel individual y comunitario mirar más de cerca lo que la comunidad quiere y tener plataformas de interacción entre las personas y quienes les han causado daño. Hay que crear propuestas de lo que realmente representaría algo importante para y con los más afectados. Estar en la cárcel no siempre cumple el deseo que la gente tiene respecto a lo que ha representado el daño. Hay otras formas no recetables. Podemos ayudar a crear espacios que permitan una forma de caminar más adecuada y con mayor dignidad desde y con las víctimas, pero que también pida responsabilidad y cambio de acción de quienes han hecho daño. La cárcel no hace eso. Al contrario, a menudo crea condiciones para el futuro ciclo de violencia; los que salen de la cárcel tienen nuevas ideas y nuevos colegas para repetir el patrón.

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