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El Gobierno del presidente Santos y las FARC-EP, acordaron adelantar las conversaciones para buscar la superación concertada del conflicto armado interno armado en el exterior -en un país amigo, Cuba- y sin ningún tipo de cese de operaciones militares pactado.
Uno de los procedimientos existentes para abordar la superación concertada de un conflicto interno armado es hacerlo en medio de la confrontación o sin cese de operaciones militares; la otra es con un cese del fuego previo (de carácter bilateral o unilateral). No hay duda que lo deseable pareciera ser poder hacer la negociación en medio de un cese de hostilidades, no sólo un cese de los enfrentamientos entre las fuerzas militares enfrentadas, sino también un cese de hechos de violencia que afecten a los civiles no combatientes. Esto es denominado por algunos como un cese pactado de hostilidades.
Pero, en la vida no se puede confundir lo deseable con lo posible. Casi siempre se acude a negociar en medio de la confrontación cuando las partes enfrentadas no pueden ponerse de acuerdo en relación con las características o modalidades del cese del fuego –para que un cese de fuego o de hostilidades sea creíble requiere un estricto sistema de verificación estructurado y generalmente la localización de las fuerzas combatientes en áreas pre-establecidas, lo cual conlleva un dispositivo complejo en esa dirección-. Pero, igualmente no se puede olvidar que el Estado tiene un mandato constitucional en relación a mantener el orden público en el país y en una situación como la colombiana, donde existe una pluralidad de actores de violencia, no sólo dentro del propio conflicto interno armado, como el ELN o sectores del EPL, y fuera del mismo, como las bandas criminales (BACRIM) y otros actores de delincuencia organizada.
Por ello, en estas conversaciones de paz, entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, se acordó adelantarlas en medio de la confrontación por varias razones: 1) el Gobierno no quería dar la sensación de que estaba suspendiendo la ofensiva militar, que ha venido siendo exitosa sin duda, contra las fuerzas guerrilleras y eventualmente permitiéndole a estas fuerzas que se recuperarán; 2) a juicio del Gobierno, es una manera de presionar la negociación en su ritmo; 3) las FARC no estaban dispuestas a aceptar un cese unilateral de sus acciones militares.
Esto por supuesto conlleva unas complejidades difíciles de manejar ante la opinión pública nacional, especialmente cuando se realizan ofensivas militares o se hacen actos de violencia por parte de la guerrilla que afectan a los ciudadanos, se genera una opinión confusa frente a las conversaciones de paz. El razonamiento tiende a ser del siguiente tenor: ¿por qué se realizan estos hechos de violencia si se está buscando la paz? Y esto deriva en una conclusión: es que no tienen real voluntad de paz los que están sentados en la Mesa de Conversaciones. El reciente hecho del secuestro -o retención en el lenguaje de los guerrilleros- de dos agentes de la Policía Nacional en el Valle del Cauca y de un soldado del Ejército después de un enfrentamiento militar en Policarpa (Nariño) evidencio las tensiones que pueden generares con hechos que en otras circunstancias podrían ser considerados como propios del conflicto armado. Afortunadamente este tema se resolvió de manera relativamente rápida.
A esto se le adiciona el hecho que funcionarios del Gobierno, especialmente el Ministro de la Defensa, normalmente sale a condenar estos hechos de violencia con fuertes calificativos, entre otras cosas porque está hablando especialmente para la propia Fuerza Publica a quien debe mostrar su solidaridad permanente. Sin embargo, surge un interrogante de allí y es que tan preparada esta la Fuerza Pública para el modelo de negociar en medio de la confrontación armada, ¿que tanta preparación se ha hecho por el Gobierno en esa dirección?
Seguramente el Gobierno debería adelantar una estrategia de información permanente y sistemática de los riesgos que significa conversar en medio del conflicto armado, pero al mismo tiempo porque es la opción de mayor viabilidad política; la guerrilla igualmente debería entender que es su responsabilidad si quiere que la opinión acompañe el proceso de conversaciones tratar de minimizar sus acciones militares para contribuir de esta forma al necesario clima de opinión que las mismas requieren.
Por último, las dos partes deben tratar de que el ritmo de las conversaciones permita tener un horizonte de terminación de las mismas lo más rápido posible. Todo indica que así está sucediendo en la Mesa de Conversaciones de La Habana hasta el momento y por eso los amigos de la paz debemos seguir apoyando este esfuerzo de superación concertada de nuestro conflicto interno armado. No podemos caer en los cantos de sirena de quienes llaman al odio y la retaliación y por el contrario debemos apoyar la ventana de esperanza realista que se está trabajando en La Habana.
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1) el Gobierno no quería dar la sensación de que estaba suspendiendo la ofensiva militar, que ha venido siendo exitosa sin duda, contra las fuerzas guerrilleras y eventualmente permitiéndole a estas fuerzas que se recuperarán
2) a juicio del Gobierno, es una manera de presionar la negociación en su ritmo
3) las FARC no estaban dispuestas a aceptar un cese unilateral de sus acciones militares.