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Siempre he sido un apasionado del modelo de economía social de mercado que aplicó durante cerca de 15 años su creador Ludwig Erhard en Alemania y que dieron origen al conocido como “milagro económico alemán”. Cuando le preguntaban sobre el motivo de su logro, no le gustaba el epíteto de milagro, pues decía que su causa era el del trabajo de los alemanes, que de un país devastado por la II Guerra Mundial y muy poco apoyados por el Plan Marshall, en diez años ya tenía el 70% del poder adquisitivo norteamericano y era la segunda potencia exportadora del mundo.
Pero como siempre, las cosas no son tan fáciles. Erhard tuvo la osadía de apostar por un cambio de moneda y fomentar la actividad de los empresarios alemanes en un régimen de libre competencia, dejando al mercado la negociación de los salarios entre patrones y trabajadores, y dejando que éstos ocupasen parte del órgano de dirección de las empresas, para que la economía social de mercado empujase a los alemanes a recuperarse de la tragedia de la II Guerra Mundial, en un modelo económico liberal, que confiaba en el mercado, limitado por el control de los excesos de la competencia y por un estado que otorgaba un sistema completo de seguridad social a cambio de elevados impuestos. Esta es la historia contada a posteriori, que suena más bonita.
Los estudiosos de las causas de la eficacia del modelo argumentan que los alemanes mantenían –no habían perdido- sus habilidades técnicas de producción, que la Guerra no destruyó, y eso fue suficiente para, a pesar de los bajos salarios, las altas horas de trabajo, los escasos víveres, la corrupción, la presencia negativa de los norteamericanos, que buscaban atomizar la economía alemana y la falta de viviendas, comenzaran otra vez el círculo virtuoso de creación de riqueza después de la reforma monetaria, que en pocos años cambió el rumbo del país. ¿Qué situación tendrá el país después del coronavirus? ¿Qué tiene México comparado con la situación tan complicada de los alemanes de la posguerra? No tenemos una mano de obra de la cualificación de los alemanes, pero México posee un espíritu de empresa que podrá levantar la economía a pesar de que desaparezcan casi la totalidad de ciertos sectores, miles de mipymes (muchas de ellas informales), aunado a decenas de miles de trabajadores. Empresarios y obreros pueden aprender las habilidades empresariales necesarias para reactivar la actividad empresarial y la creación de empleo –creemos que a pesar de la falta de crédito- por contar con espíritu de iniciativa, un “ejército de reserva” de trabajadores, un gobierno de corte liberal y quizá dos factores que aporten al crecimiento de la economía del país: las ganas de formación de su personal y la apuesta por nuevos sectores económicos de mayor futuro y una mayor apuesta por gastos en investigación y desarrollo, así como por una apuesta por el mercado interno. La II Guerra Mundial, con muy poco ayuda norteamericana, no impidió –a pesar de su persistencia- que la química y el sector automotriz alemán fuesen de calidad mundial. Se crearon –hasta la fecha- pymes de calidad de exportación; los salarios se negociaban por negociación colectiva; había créditos para pequeñas empresas; los trabajadores participaban en cogestión en la dirección de las empresas, y esto aumentó su competitividad. La confianza en la nueva moneda de 1949 dio las señales de lo que valían las cosas y la gente comenzó a trabajar. ¿No podría México adoptar algunos elementos de la economía social de mercado?
*Máster y Doctor en Derecho de la competencia. Profesor investigador de la Facultad de Negocios de la Universidad De La Salle Bajío y miembro nivel I del Sistema Nacional de Investigadores.
¡ESPEROTE SIRVA! ♥♥♥
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