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Respuesta:
la influencia de nuestros hábitos de consumo en el ambiente
El coste ambiental de la sociedad de consumo, como la obsolescencia programada o el aumento de los niveles de basura, ponen en peligro el desarrollo sostenible
Hoy en día las personas tienen a su alcance todo tipo de productos y bienes para satisfacer sus necesidades, desde las más básicas hasta las más sofisticadas. Sin embargo, este aparente beneficio supone un arma de doble filo, ya que el consumo desmedido por una parte minoritaria de la población mundial está derivando en un déficit de recursos. Por eso, en los últimos años se ha hecho necesario estudiar cómo consumimos y qué efectos tiene este hecho en el medio ambiente y la sociedad.
El modelo de economía en la sociedad actual ha venido siendo lineal y se basa en la extracción de materias primas, manufactura y producción, distribución y compra y, por último, desecho. Veamos las principales problemáticas en algunas de estas fases:
Durante la extracción de recursos naturales se obtienen materias primas y energía de la naturaleza para producir bienes y servicios. Muchos de estos recursos no son renovables o se regeneran muy lentamente, lo que supone un problema doble: por un lado estamos alternando los ciclos o la capacidad de regeneración de algunos recursos , como por ejemplo el ciclo del agua. Y por otro lado estamos produciendo materias primas y energía de manera muy contaminante; por ejemplo, con la quema de combustibles fósiles.
Durante la elaboración se introducen sustancias químicas perjudiciales que facilitan y aumentan la producción, se deslocaliza la producción a países en vías de desarrollo que en muchas ocasiones incumplen mínimos legales y se generan subproductos contaminantes o tóxicos.
Eliminar el coste ambiental y social
En la producción y distribución de los productos existe otra problemática: muchas veces el precio de los productos no refleja su coste ambiental o social real (como los efectos de la contaminación, o de la mano de obra barata) que afectan a la salud y calidad de vida de las personas. Estos costes ambientales y sociales no repercutidos se conocen como externalidades negativas.
En la fase de compra, cabe destacar que el crecimiento está basado en la obsolescencia programada, es decir, en el consumo recurrente de productos, con una vida útil cada vez más corta.
Por último, la mayoría de los productos acaban desechados en vertederos o quemados para su valorización energética. Los niveles de basura se han duplicado en los últimos treinta años y su gestión constituye un problema en sí.
Este modelo de consumo es insostenible a largo plazo. La solución pasa porque estados, empresas y ciudadanos transformemos la economía. Los estados deben incentivar la producción responsable y legislar para que las empresas produzcan de manera respetuosa y acepten las externalidades de sus procesos. Los consumidores debemos exigir productos responsables y tomar decisiones de compras informadas; y las empresas deben diseñar productos de manera responsable y cambiar el modelo lineal de producción hacia uno circular en el que se reparen, reutilicen y aprovechen los productos obsoletos.
Ya hay mucha gente trabajando en una economía circular, pero es necesario continuar innovando para conseguir un planeta más sostenible.
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