cual era el panorama de Europa y América a principios del siglo XIX.
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Comienzo por afirmar que ha sido un acierto fijar en 1914, con el principio de la Primera Guerra Mundial, el término de un periodo histórico y el arranque de una etapa nueva en la historia europea. Casi podría afirmarse que el siglo XIX se prolonga todavía por 14 años más hasta que empieza la Primera Guerra Mundial. Las consecuencias de esta guerra las ha expuesto de una manera lúcida el Prof. Benz, con gran sentido didáctico, mostrando visiones paralelas simultáneas, retrocediendo en el tiempo y poniendo una viva insistencia en los acontecimientos decisivos en la historia de Europa en aquel periodo. Yo por mi parte quisiera comentar algunos aspectos culturales que acompañaron estos terribles procesos históricos, desde el punto de vista de América Latina y de su posición en el mundo.
Con la Primera Guerra Mundial llegan a su término varios de los imperios y sistemas monárquicos que existían en Europa. Cuatro imperios se desmoronan para siempre: el imperio del Kaiser en Alemania, el imperio Austro-húngaro, el imperio otomano y el imperio ruso; todos llegaron a su término con la Paz de Versalles y los demás tratados que pusieron fin a la guerra.
Debemos considerar que en la Europa anterior a la Primera Guerra Mundial el panorama general estaba dominado por la idea monárquica. En efecto, sólo existía una república, la de Francia, caso ejemplar por su ya larga trayectoria. Aparte de Francia, apenas se había dado un intento republicano en Portugal, a principios de siglo, en 1910, que duró un corto tiempo, hasta el establecimiento del régimen autoritario de Salazar. Existía también, naturalmente, el caso de Suiza, muy distinto al del resto de Europa, pero en todos los demás países estaban vigentes aún los regímenes monárquicos.
Sea como fuere la realidad política, el hecho es que, hasta antes del estallido de la guerra, en Europa predominaba una visión y concepción humana optimista. Todavía prevalecía la "belle époque", en la música, en el arte, el art nouveau, etc. Era una Europa feliz, una Europa que miraba el porvenir con ilusión y seguridad. Hasta entonces había prevalecido un concepto fundamental de la historia: la idea del progreso indefinido. Esta idea, sostenida principalmente por el positivismo de Auguste Comte y el sistema evolucionista de Spencer y Darwin, dominaba los ámbitos universitarios, las ediciones de obras históricas, etc.
El progreso era el concepto de la vida que se manifestaba en todas las esferas de la vida espiritual y cultural europea y del mundo occidental. Sus símbolos radiantes, que aparecían en los nombres de los periódicos de aquel tiempo, eran el ferrocarril, el vapor, el comercio, la industria. Era el sueño de un mundo que se suponía progresaría continuamente al impulso de los conocimientos científicos, de manera que se podía vislumbrar un porvenir gozoso, de bienestar y de reconocimiento mutuo de derechos y libertades generalizadas en el mundo entero.
Estas ideas fueron por supuesto asumidas en nuestra América Latina y tuvieron una amplísima repercusión, dominando conceptualmente la visión de la historia y bañándola de un optimismo luminoso. El mundo llegaría a vivir en felicidad por fin y las grandes aspiraciones humanas serían satisfechas de una manera total. La vida mejoraría en todos sus ámbitos, en la medicina como en la economía, en la industria, con los inventos fabulosos que dejaron asombradas a la humanidad del siglo XIX y del siglo XX, como en la comunicaciones y en el desarrollo tecnológico. En todos los campos del saber el mundo avanzaba rápidamente por un camino de progreso seguro, invariable y creciente.
Pero vino la catástrofe de la guerra mundial, y a ella le siguió apenas un interregno, el periodo de entreguerras, que condujo a la segunda gran catástrofe europea, algo más prolongada en el tiempo, desde 1939 a 1945, y además extendida en el espacio geográfico, puesto que esta segunda gran guerra se desarrolló esta vez en todos los continentes, con la participación impresionante y decisiva en muchísimos aspectos del Japón y los Estados Unidos.
La obra de Spengler fue traducida al español rápidamente y de una manera espléndida. Se dijo que era la mejor de las traducciones que se había hecho de esa obra, y estuvo a cargo del gran filósofo García Morente. Esa versión llegó a América del Sur y a nuestro país, y se la pasaba de mano en mano, pues se consideraba que era una nueva visión, que hablaba en términos pesimistas del destino de Occidente.
Respuesta:
La crisis
Explicación:
eso después de la primera guerra mundial