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El racionalismo en el arte
El racionalismo que la burguesía trae al nuevo sistema económico, pasará a dominar en lo sucesivo también el mundo espiritual y artístico. En su vida material, la burguesía hace del cálculo, el método y la racionalidad contable su forma de vida. Principios que ahora se convertirán también en decisivos para el arte. La unidad coherente del espacio y las proporciones, la limitación de la representación a un único motivo principal y el ordenamiento de la composición de forma que pueda ser abarcada con una sola mirada se imponen al simbolismo religioso-espiritual que hasta entonces dominaba el arte.
El mismo espíritu racionalista que domina en la organización del trabajo, en la técnica comercial y bancaria, en la contabilidad, en los métodos de gobierno y la diplomacia se extiende al mundo artístico. Los elementos irracionales que el simbolismo había impuesto durante siglos al arte románico y gótico, pierden cualquier eficacia y encanto a los ojos del burgués, que es el nuevo destinatario principal de las obras de arte.
Lo bello pasa a ser lo racional: debe haber una concordancia lógica entre las distintas partes singulares de un todo, la armonía de sus relaciones sólo puede ser expresada a través de los números, las composiciones se disponen a través del método matemático-geométrico, se huye y se rechaza la contradicción –omnipresente en la larga etapa anterior– en las relaciones entre las figuras y el espacio, así como de las distintas partes del espacio entre sí.«La nueva clase burguesa ha irrumpido con fuerza, pero no posee aún plena conciencia de si misma»
Aparece la perspectiva en las composiciones pictóricas mediante la reducción del espacio a términos matemáticos, se logra la proporcionalidad de lo representado sistematizando sus formas particulares,… Progresivamente, y a medida que la burguesía se consolida como la nueva clase emergente, todos los criterios del valor artístico se someten a motivos racionales y todas la leyes del arte se racionalizan.
Pero llegar hasta ese punto, cuya máxima expresión podemos fijarla en un Miguel Ángel o un Leonardo da Vinci, no será fácil. Requerirá un largo período de tiempo para poder madurar completamente, y extenderse desde Italia hasta el resto de Europa. Y, seguramente, el modelo más puro y acabado de este proceso complejo que desemboca en el Renacimiento lo encontramos en la República de Florencia, cuna de los Médici.