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Muchas de nuestras decisiones están manipuladas por algoritmos, o mejor dicho por las personas que los diseñan. Por ejemplo, durante las últimas elecciones parlamentarias en India en el año 2014, había, según las encuestas, tres candidatos con posibilidades de éxito, Modi, Kejriwal y Gandhi. En dichas elecciones se llevó a cabo un experimento que permitió que los votantes indecisos pudieran acceder a internet para obtener información adicional acerca de los candidatos, mediante un motor de búsqueda.
Sin embargo, lo que no sabían los potenciales votantes es que las páginas web habían sido manipuladas de forma que en las zonas geográficas donde, por ejemplo, Modi tenía menos posibilidades de ser votado, en la primera página de resultados de las búsquedas aparecía únicamente información muy positiva sobre él, relegando la información negativa a páginas posteriores.
En otras zonas geográficas ocurría lo mismo con los otros candidatos. Se estima que mediante esta manipulación un candidato puede llegar a obtener incrementos de voto entre los votantes indecisos del orden del 20%.
Desafortunadamente, manipulaciones sutiles como esta son práctica común en internet. ¿Podemos hacer algo para evitarlo? Existen varias propuestas. Una de ellas la formulan los defensores de la idea que la propia tecnología nos dará la solución. Es la solución tecnooptimista, defendida por algunos expertos en inteligencia artificial. Se basa en que los algoritmos llegarán a ser tan inteligentes que podrán remplazar el defectuoso y manipulable juicio humano y tomar decisiones mucho mejores que las que nosotros podríamos tomar. Suponiendo que fuera científicamente posible, es de hecho una propuesta sorprendentemente absurda ya que significa que para evitar ser manipulados por los algoritmos renunciamos a ser nosotros quienes tomemos la decisiones ¡permitiendo que las tomen ellos!
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