• Asignatura: Historia
  • Autor: leslygutierrezgonzal
  • hace 6 años

cómo fue
el
nuevo order del reino​


samuelalvarado2013: cual reino ???????

Respuestas

Respuesta dada por: samuelalvarado2013
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Respuesta: Tarde o temprano, y del modo que sea, las instituciones terminan por reflejar los cambios en el paralelogramo del poder real. Es lo que sucede hoy en los organismos internacionales: el debate y las transformaciones en curso reconocen el ascenso de nuevas potencias económicas y políticas, y este reconocimiento se ha hecho explícito durante la cumbre del G-20 realizada en Pittsburgh el 24 y 25 de septiembre pasados.

cuando fue convocado en Washington como una reunión de jefes de Estado para coordinar las decisiones tendientes a enfrentar la gravísima crisis económica global desatada meses antes, por iniciativa de los primeros mandatarios de Francia y Reino Unido, Nicolas Sarkozy y Gordon Brown. El estallido de la burbuja de los créditos subprime, la caída de gigantes financieros en Estados Unidos y la sombra de una recesión en avance sobre la economía mundial presagiaban el advenimiento de una nueva reestructuración del sistema financiero internacional, similar a la que tuvo lugar en Bretton Woods. Lo que parecía quedar en duda era el mantenimiento de una economía mundial con un crecimiento alimentado por los cada vez mayores déficits de Estados Unidos, cubiertos por las compras de dólares y activos en dólares realizadas especialmente mediante el ahorro de los países asiáticos. Así, se tambaleaba toda la arquitectura de la globalización neoliberal basada en el enorme impulso a la inversión que fomentó el gran salto productivo de la revolución de las comunicaciones. Ese turbocapitalismo generó en los países centrales, y especialmente en Estados Unidos, una demanda cada vez mayor de productos provistos por los países asiáticos a precios bajos –que ayudarían a mantener a raya la inflación de las economías centrales–. El salto en la producción resultó también en una creciente sed de energía y commodities alimenticios. El crecimiento de una clase media en gigantes demográficos como China y la India estuvo acompañado de un aumento en el consumo de proteínas animales y, proporcionalmente, de la necesidad de alimento para el ganado, en especial soja, con la consecuente expansión de ese cultivo en países como Brasil y Argentina. En esos años, se pensaba que el peligro de crisis sistémicas como la de 1930 se había alejado para siempre, gracias a los incrementos de productividad y a la muñeca sabia y prudente de la Reserva Federal. El hecho clave de la crisis ha sido, en palabras de Daniel Heymann y Adrián Ramos, que no fue disparada por una reticencia del resto del mundo a seguir financiando a Estados Unidos (por el contrario, la demanda de deuda pública estadounidense siguió sostenida), sino que, más bien, “el proceso estuvo asociado a la revisión de expectativas sobre rendimiento de activos reales” (1) . En otras palabras, la crisis tuvo como resultado paradójico que, pese a haberse originado en una exuberante irracionalidad en el otorgamiento de créditos sin garantías de repago, especialmente en Estados Unidos, y haberse expandido de allí a todos los dispositivos de crédito y de inversión en los que ellos se apalancaban, los agentes económicos mundiales, públicos y privados siguieron considerando que los bonos del Tesoro estadounidense constituían el mejor refugio. Solo a medida que la crisis hizo su camino se fueron decidiendo los instrumentos monetarios y concretos para enfrentarla y se tomó conciencia de su fisonomía y probable alcance. Que la primera reunión del G-20 se haya realizado en Washington, con el presidente George W. Bush como anfitrión, cuando ya había sido elegido su sucesor Barack Obama, conspiró seguramente contra su alcance. Así, se limitó a dar una señal de que los líderes del mundo tomaban nota de la gravedad de la crisis y se comprometían a no caer en el organismos internacionales. Se alejó así la posibilidad de un Bretton Woods II que había entusiasmado a Sarkozy y Brown en Washington, y terminaríaLos países de Europa apoyaban la reforma del FMI, pero no a expensas de sus votos, e incluso habían considerado que Estados Unidos resignaría el poder de veto que tiene de hecho (ya que posee 17% de los votos y muchas de las decisiones del organismo necesitan de una supermayoría de más de 85%) (2). Sin embargo

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