• Asignatura: Castellano
  • Autor: gisselybeatriz
  • hace 6 años

5 poemas de escritores hondureños​


gisselybeatriz: ayuda
rositap21: ayudame en darme estrellita y corazon
gisselybeatriz: que

Respuestas

Respuesta dada por: mike4445
4

Respuesta:Escrito en piedra

Yo vi, joven señora,

su bello cuerpo

entre las piedras

como una orquídea.

No había fuego entonces

al servicio del hombre,

ni dúctiles metales

mostraban al asombro

del primitivo ser

sus formas.

Andábamos descalzos

como niños,

desnudos como peces

en el agua

y corríamos libres

como ágiles leopardos

Era el año dos mil

o cuatro mil

antes de Jesucristo.

Las tribus combatían

con pedernales,

con piedras

y cuchillos.

Antes de ir al combate

pinto estos signos

en la pared antigua

de una cálida cueva,

junto a otros símbolos

que mis antepasados

en ocasiones similares

escribieron.

Ignoro quién recogerá

estas frases.

Es posible que entonces

no seamos, tú y yo,

ni estática ceniza

ni barro sumergido.

Desde mi monarquía

compartida, te recuerdo.

Y si volvieras a nacer

te prometo que siempre

serías, como ahora lo eres,

mi mujer y mi reina.

II

En la mesa veo frutas,

agua en los cántaros,

peces con los ojos abiertos

en las cuerdas del patio,

el maíz calentándose en los cuartos.

El cazador soy yo,

el cazador que sale

en la noche a buscar

el alimento diario,

las hojas para el lecho,

la fibra para el manto,

la flor para tu pelo,

la piel para el zapato.

Hoy te traigo una flor

selvática, una luna caída,

un perfume barato,

yo quiero que la pongas

en tu pecho blanquísimo,

en tu seno cubierto

con cuero de venado.

Eso te traigo ahora,

compañera mía, ojo

para mi llanto.

III

Para ti las fúlgidas naranjas,

la dura carne de las ciruelas,

el azúcar mojado de la piña,

la suavísima daga del plátano,

la invicta blancura de la caña,

el agua limpia del cocotero,

el vello niño del durazno,

la división de la guanábana,

la aristocracia de la manzana

y la tristeza de la guayaba.

Para ti todo eso con la mano

que recoge en el monte la fruta,

la deja en la mesa de cedro

y la corta todas las mañanas.

Formas del amor

Mis manos tocan, niña mía, tu rumorosa piel,

tu dulcísima carne que tranquilos ángeles habitan,

tu cabellera suave,

tu corazón pequeño.

Oye la campana del día

apagando el luto de la noche

mira la luz que silenciosamente nos cubre,

mira el cielo:

ese jardín sobre tu pecho;

respira el aire quieto

que el ruiseñor anuncia con su lanza,

conduce tu desamor

a un lago sepultado

y háblame con tus labios excelsos.

Llegué a sentir sobre las manos

el agua efímera,

el verano derribando sus torres,

el abismo cerrando sus ventanas,

el fruto abandonado,

el mar abriéndose las venas,

el fuego hundido,

hasta que tú, niña mía,

perfecta virgen repetida,

me entregaste tu rostro.

Veo de cerca la copa

confusa de las aguas,

busco tu claro nombre entre las rosas,

tu dulzura en la esencia de los árboles,

tu vigilia en el beso,

tu olor en los duraznos,

tu luz en el rocío

y me doy cuenta sorprendido

que todo me lo traes, niña mía,

con tu mano sagrada.

Llegar a ti, entonces, es buscar

Llegar a ti, entonces, es buscar

la voz de un niño entre las multitud,

recoger el miedo interminable

que origina un viento nocturno,

iluminar el amor con una lámpara

de primitivo y de dulce aceite,

tocar con los dedos un pájaro de azúcar

que besa el cuello de las mujeres,

limitar la invasión de la nieve

que llega con sus armaduras de frío

y verte tranquilo y reposado

quemando el intacto silencio.

El fuego

Frotó el indio la yesca,

el pedernal, el pino

con otro pino viejo,

la madera, las hojas

de roble, la corteza

de los ceibos caídos,

el cuerpo del animal

salvaje, el carbón

mineral endurecido.

El mundo cambió entonces

otro espejo movible

que no era el del agua,

alzó su brazo rojo

en la espesa maleza,

en el ámbito crudo

de miles de años

a la sombra, iluminados

solamente por el rayo

o por el centelleo

de los lúcidos ojos

de las fieras.

Tú te callaste entonces

viendo crecer la lengua

clarísima, la llama

que levantó su lanza,

su corona de espinas

y que lamió la noche

como animal salvaje.

Ante tu limpio rostro

de indígena doncella

nacía otro milagro:

el milagro del fuego.

Cabello de muchacha

Tu cabello es de humo dorado,

una copa con un jugo encendido,

un caracol de ondeado vidrio,

una flor de bronce tímido.

Tu pelo existe, tiembla suavemente

cuando mi mano llega a su rocío,

cuando lo beso entusiasmado,

cuando llora como los niños.

Tu cabello es un odre con frío,

una estrella dulce, un pistilo

que lucha por ser lirio.

Es una paloma convertida en durazno,

una corona que alumbra con sus cirios

y que calienta la sangre como el vino.

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