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Por Eduardo Montagut | Al estallar la Primera Guerra Mundial se produjo un fenómeno político muy similar entre los principales contendientes de ambos bandos. Las fuerzas políticas y sociales cerraron filas alrededor de la causa militar, considerada como común, aunque conviene tener en cuenta las peculiaridades de cada sistema político, ya que entre los beligerantes había democracias desarrolladas frente a otros sistemas autoritarios y hasta casi una monarquía absoluta.
Si comenzamos por las democracias, Francia vivió una clara convergencia de los partidos políticos a la hora de apoyar la guerra contra Alemania. Esta casi unanimidad estaba fundamentada en el profundo revanchismo que se había alimentado durante décadas por la derrota de Sedán y la pérdida de la Alsacia y Lorena, uno de los factores clave del antagonismo profundo hacia Alemania. Las formaciones políticas se agruparon bajo la “Unión Sagrada”, cuyo objetivo era salvar a Francia del considerado su peor enemigo, por encima de las claras divergencias ideológicas. En esta unión también estuvieron los socialistas, recién asesinado Jaurès por un fanático nacionalista y que tanto había luchado por el pacifismo. Por su parte, es significativo que los sindicatos no convocaran la huelga general contra la guerra.
Aunque en Gran Bretaña se produjo también una clara corriente patriótica y de unión ante la guerra, no se produjo el mismo grado de unanimidad que en su principal aliado. Es cierto que la oposición conservadora frenó sus críticas hacia el gobierno liberal de Asquith, pero dos ministros de dicho gobierno dimitieron y un sector del laborismo liderado por Ramsay McDonald se opuso con decisión a la entrada de los británicos en el conflicto.
En Alemania funcionó algo parecido a la “Unión Sagrada” francesa. Todos los partidos del Reichstag votaron los créditos de guerra, incluido el SPD, que no hizo ningún llamamiento a la huelga general. Los sindicatos y la patronal acordaron una tregua mientras durase la guerra. Solamente un sector de la izquierda, con Liebcknecht a la cabeza, mantuvo un radical rechazo al conflicto. En Alemania, las pulsiones autoritarias se acrecentaron con el estallido de la Gran Guerra. Los militares habían demostrado en el verano de 1914 su poder presionando al gobierno para que optase por una política intransigente en la crisis internacional. A medida que la guerra avanzaba, el poder militar se hizo cada vez más presente en la vida política.
Las constantes tensiones nacionalistas que padecía el Imperio Austro-Húngaro se eclipsaron por un tiempo ante la guerra, surgiendo una especie de nacionalismo común desconocido hasta el momento.
Por último, en la Rusia zarista, el sistema político europeo más autoritario, la guerra también suscitó un inicial entusiasmo general. En la Duma se apoyó la entrada de Rusia en la guerra, aunque los mencheviques y bolcheviques se opusieron con energía, siendo detenidos algunos de ellos. Por su parte, la conflictividad social disminuyó considerablemente, reduciéndose el número de huelgas.
Cuando se vio que la guerra iba a ser larga y se empezaron a sufrir sus terribles consecuencias humanas y económicas, comenzó a resquebrajarse la inicial unanimidad entre las fuerzas políticas y sociales de cada país contendiente. En otros trabajos estudiaremos esta evolución política y social.
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