Respuestas
Respuesta:
Estas son a grandes rasgos las cualidades que se le deberían exigir a un buen Mediador:
Establece las normas. ...
No juzga. ...
Escucha activamente. ...
Respeta la confidencialidad. ...
Transforma el conflicto. ...
No sanciona. ...
No da soluciones. ...
Saber parafrasear.
Explicación:
Respuesta:
copia lo que mas te sirva no hay necesidad de copiar todo
:)
Explicación:
No aconsejar: no cabe duda de que esta es una de las cuestiones más difíciles que tiene por delante el mediador. Por naturaleza tendemos a dar consejos incluso sin que sean solicitados, y en la mayoría de los casos con buena intención, sin embargo no se acude a mediación a recibirlos, hay que buscar formas y modos de utilizar las palabras, para que sean ellos, los mediados, quién formulen las posibilidades que a nosotros se nos han ocurrido como hipótesis que pueden serle de utilidad.
No imponer una solución: si hay algo que diferencia a este método extrajudicial de resolución de conflictos de las vías tradicionales, es que son las partes las que aportan las soluciones, por lo que el mediador debe abstenerse de ofrecer soluciones y mucho menos imponerlas.
Empatizar: esta es la habilidad cognitiva que tiene cada persona para comprender el universo emocional de otra, o lo que se ha dado en denominar de forma habitual: “ponerse en los zapatos del otro”. Esta cualidad nos ayuda a intentar comprender y entender aquello por lo que está pasando otra persona y sólo de esta manera ayudaremos a que el proceso de mediación tenga el final adecuado.
No preguntar de forma excesiva “¿por qué?”: realizando muchas preguntas sólo conseguiremos que se cree un clima inquisitorial poco propicio para el diálogo. Es mucho más eficiente preguntar “¿para qué?” .
Abusar de autoridad moral o real: estamos acostumbrados a acudir siempre a alguien que “está por encima de nosotros” para resolver conflictos o dudas que podamos tener: un jefe, un abogado, un juez…, en mediación, como ya hemos comentado en alguna ocasión, el mediador es un extra, tiene que estar, pero no es el protagonista del proceso.
Amenazar a las partes: una persona coaccionada no puede tomar decisiones voluntarias. Esto no se opone a que en algún momento puntual de una sesión haya necesidad de recordar que las partes vinieron a mediación precisamente para resolver sus problemas, y ponerles en la tesitura de pensar en como les afectará no haber llegado a una solución satisfactoria para ambos.
Dar muestras de cansancio: si estamos cansados mostraremos apatía en el relato de quien tenemos enfrente, con nuestro lenguaje no verbal le estaremos dando a entender nuestro poco interés, lo que dará pié a que no fluya la comunicación, y sin comunicación, será poco factible llegar a acuerdos comunes.
Imponer un ritmo determinado: cada persona tiene un ritmo de adaptarse para la situación conflictiva, a las cosas nuevas que van saliendo durante el proceso, de construir su relato. No debemos apresurar el procedimiento, pues estaremos cerrando acuerdos parciales en falso, y al llegar al momento final pueden dar al traste con el tiempo invertido, requiriendo volver a empezar desde el principio.
Forzar o acelerar el desenlace o el acuerdo: muy ligado con el anterior punto viene el de forzar el acuerdo. Sobre todo en las primeras mediaciones, tenemos prisa por llegar a un acuerdo, a ser posible cuanto antes, pero debemos mantener la calma y pasar por todas las fases de la mediación para asegurarnos que los acuerdos cerrados hasta el momento, se van a cumplir.
Forzar la reconciliación: la mediación no es el método adecuado para lograr una reconciliación. No cabe duda del efecto terapéutico que tiene, y que en la mayoría de las ocasiones colabora para restablecer las relaciones personales que existían antes del conflicto, pero la finalidad de la mediación es la consecución de acuerdos voluntarios por parte de los participantes en el proceso, no la reconciliación.