Respuestas
Respuesta:
Humo de habano y camiseta de un equipo de baloncesto de la NBA. Lo autóctono y lo prohibido. Cuba y Estados Unidos, en aquel 2009 de la visita, ya en época de gobierno post-Fidel, todavía enemigos irreconciliables. Antonio trabajaba para una fábrica de puros del pueblo de San Juan y Martínez, en la provincia tabacalera de Pinar del Río, y en su escritorio exhibía con orgullo una fotografía del Che Guevara, el mito de la revolución, pese a los vaivenes que ha sufrido la isla en las décadas de castrismo.
Y así ha sido en América Latina en los últimos cincuenta años. Fidel Castro, el faro, el espejo de la retórica y la resistencia. El Che Guevara, el icono, el héroe romántico. Cuba intentó exportar su insurrección sin demasiado éxito -por las armas solamente prosperó en Nicaragua y Granada- pero devino el referente de la lucha por las causas sociales, sindicales e incluso indígenas en el continente.
Fidel Castro, el cerebro, el líder, cambió Cuba de arriba a abajo. El Che Guevara, incómodo en los despachos, abandonó las tareas de los ministerios para llevar la causa por todo el mundo. Primero lo intentó en el Congo y, después, trágicamente en Bolivia.
“El Che se equivocó hasta de selva, eligió esta zona de pocos recursos, donde se juntan los Andes, el Amazonas y el Chaco”, me explicaba en 2015 Martín, un guía que había contratado para caminar por los montes cercanos a Vallegrande, no tan distantes de La Higuera, la localidad boliviana donde fue emboscado y ejecutado el médico argentino convertido en líder militar. En esa zona, el bosque es tupido y el agua, escasa. Y no había más que villorrios, sin mucha gente que convencer y captar para la revolución. “No me extraña que se desesperaran”, destaca Martín, compatriota del Che.