Respuestas
Siempre llega ese momento en que uno debe dar cuenta. Hay muchas instancias, momentos, personas o situaciones ante las que uno debe dar cuenta. A veces tenemos que dar cuenta ante la pareja, ante los hijos, ante la sociedad. Ante el contador, ante el fisco. Algunos necesitan dar cuenta ante Dios…Y hay veces, esas en las que no siempre nos animamos, en las que tenemos que dar cuenta ante nosotros mismos.
La Parashá (sección) que leemos esta semana se llama "Pekudei", y significa "Dar cuenta". Llegando a la última etapa del segundo libro de la Torá, Éxodo (Shemot), encontramos terminada la construcción del Mishkan, el Tabernáculo, la famosa Tienda Sagrada, el primer templo móvil del pueblo judío donde estaban las Tablas de la Ley. Moisés debe dar cuenta de cuánto se gastó en cada cosa y cómo fueron utilizadas las donaciones realizadas por el pueblo.
Lo difícil de entender es ¿por qué justo Moisés tenía que dar cuenta? Si el mismo Dios le había pedido detalladamente cada cosa que debía construir. Entonces, ¿cuál es el mensaje?
El mensaje es enorme y como siempre dramáticamente actual. Si Moisés tiene que dar cuenta, significa que todos debemos dar cuenta, que todos somos iguales. Que no hay más iguales que otros. Que no importa el cargo que tenés o que tuviste. No importa la posición social, económica o política que tenés o que tuviste. No importa el estrato de donde venís o donde querés ir.
Todos estamos llamados a dar cuenta. Porque somos todos iguales.
¿O no somos todos iguales?
El 8 de marzo, Día internacional de la Mujer, se conmemoran hechos trágicos en relación a la lucha por el respeto de los derechos de la mujer.
El derecho por ser iguales, hombres y mujeres, todos los seres humanos, tanto en lo laboral como en lo familiar, en lo político, en todo ámbito o espacio. Ahora, el problema con el concepto de ser iguales aparece cuando a la vez también luchamos por ser diferentes. La belleza de lo múltiple, lo plural, lo diverso. Lo único.
¿Es verdad que somos todos iguales? No hay un rostro igual al otro, no hay una sola forma de pensar, o de decir, o de decidir acerca de ningún tema. ¿No es acaso una bendición que seamos todos diferentes?
¿No luchamos y trabajamos por defender nuestra diferencia? ¿Nuestra particularidad?
¿Qué somos? ¿Todos iguales?, ¿Todos diferentes?
Para resolver esta aparente contradicción, debiéramos definir primero ante qué somos iguales, para luego saber frente a qué dar cuenta.
Todos los seres humanos somos iguales frente a dos cosas. Primero, ante Dios. Todas las almas son un destello de lo divino exactamente igual al otro. Todas iguales ante el Dios Creador. No importa la religión, el color, el país, el género, el nivel de observancia o de fe. Un Dios padre de todas las almas.