• Asignatura: Historia
  • Autor: Myriamfireuwu
  • hace 6 años

Relatos del siglo xx

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Respuesta dada por: Anónimo
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Raymond Carver | Catedral (1983)

EDUARDO HALFON | Hay cuentos que, más allá de contar, estremecen. Parecen conseguir algo más emotivo que intelectual, más asociado con la poesía o la música. Eso logra Carver en Catedral: un cuento llano, de lenguaje franco y austero, sobre un personaje que bebe mucho, que fuma marihuana, que vive anestesiado y aislado de su esposa y del mundo y hasta de sí mismo, como tantos de los personajes de Carver (Estados Unidos, 1938-1988). En este caso, sin embargo, algo le sucede, acaso brevemente, para sacarlo y a la vez sacarnos del oscuro aislamiento de la vida. Carver logra, a través de la portentosa imagen de una catedral, algo más que religioso. En una entrevista lo explicó: “Cuando escribí ese cuento, sentí que era verdaderamente diferente. Sentí un ímpetu real al escribirlo, y eso no sucede con todo cuento. Pero sentí que me había conectado con algo”.

James Joyce | Los muertos (1914)

NURIA BARRIOS | Nieva en Dublín al inicio de Los muertos. Gabriel y su mujer, Gretta, acuden a la cena navideña en casa de sus dos ancianas tías. Aún nieva cuando la pareja vuelve a su hotel. En la habitación, iluminada débilmente por la lámpara de gas de la calle, Gabriel escucha la historia de Michael Furey, que amó a Gretta y murió muy joven. En la penumbra, que es la luz de la memoria, cuando vivos y muertos se aproximan hasta poder abrazarse, los celos se adueñan del corazón del marido. ¿No es mayor el amor que aún siente su mujer por ese fantasma del pasado que el que siente por él? La melancolía de este relato conmovedor está puntuada por la nieve que cae silenciosa en la noche como un hermoso sudario blanco. Joyce (Irlanda, 1882-Suiza, 1941) publicó Los muertos en 1914. Tenía 25 años.

Juan Rulfo | No oyes ladrar a los perros (1953)

MANUEL RIVAS | En Luces de Bohemia, El Preso le dice a Max Estrella: “Su hablar es como de otros tiempos”. Esos otros tiempos no son los tiempos más o menos antiguos. Son los tiempos en que la luz y la sombra fermentan con saliva y habla como nunca la boca de la literatura. Y ocurre lo que Lawrence Ferlinghetti ansía en su Poetry as insurgent art: “Compón en la lengua, no en la página”. Tal vez he empezado por el final. Todo eso se cumple en No oyes ladrar a los perros (incluido en El llano en llamas). Es un relato bíblico. El andar (¡el hablar!) del padre con el hijo moribundo a cuestas es el tránsito del tiempo a la intemporalidad. Y después de leer todo lo que Juan Rulfo (Sayula, Jalisco, 1917-Ciudad de México, 1986) ha escrito sólo cabe decir: “Amén”.

Julio Cortázar | Graffiti (1981)

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Anónimo: grax
Respuesta dada por: augusto03
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Raymond Carver | Catedral (1983)

EDUARDO HALFON | Hay cuentos que, más allá de contar, estremecen. Parecen conseguir algo más emotivo que intelectual, más asociado con la poesía o la música. Eso logra Carver en Catedral: un cuento llano, de lenguaje franco y austero, sobre un personaje que bebe mucho, que fuma marihuana, que vive anestesiado y aislado de su esposa y del mundo y hasta de sí mismo, como tantos de los personajes de Carver (Estados Unidos, 1938-1988). En este caso, sin embargo, algo le sucede, acaso brevemente, para sacarlo y a la vez sacarnos del oscuro aislamiento de la vida. Carver logra, a través de la portentosa imagen de una catedral, algo más que religioso. En una entrevista lo explicó: “Cuando escribí ese cuento, sentí que era verdaderamente diferente. Sentí un ímpetu real al escribirlo, y eso no sucede con todo cuento. Pero sentí que me había conectado con algo”.

James Joyce | Los muertos (1914)

NURIA BARRIOS | Nieva en Dublín al inicio de Los muertos. Gabriel y su mujer, Gretta, acuden a la cena navideña en casa de sus dos ancianas tías. Aún nieva cuando la pareja vuelve a su hotel. En la habitación, iluminada débilmente por la lámpara de gas de la calle, Gabriel escucha la historia de Michael Furey, que amó a Gretta y murió muy joven. En la penumbra, que es la luz de la memoria, cuando vivos y muertos se aproximan hasta poder abrazarse, los celos se adueñan del corazón del marido. ¿No es mayor el amor que aún siente su mujer por ese fantasma del pasado que el que siente por él? La melancolía de este relato conmovedor está puntuada por la nieve que cae silenciosa en la noche como un hermoso sudario blanco. Joyce (Irlanda, 1882-Suiza, 1941) publicó Los muertos en 1914. Tenía 25 años.

Juan Rulfo | No oyes ladrar a los perros (1953)

MANUEL RIVAS | En Luces de Bohemia, El Preso le dice a Max Estrella: “Su hablar es como de otros tiempos”. Esos otros tiempos no son los tiempos más o menos antiguos. Son los tiempos en que la luz y la sombra fermentan con saliva y habla como nunca la boca de la literatura. Y ocurre lo que Lawrence Ferlinghetti ansía en su Poetry as insurgent art: “Compón en la lengua, no en la página”. Tal vez he empezado por el final. Todo eso se cumple en No oyes ladrar a los perros (incluido en El llano en llamas). Es un relato bíblico. El andar (¡el hablar!) del padre con el hijo moribundo a cuestas es el tránsito del tiempo a la intemporalidad. Y después de leer todo lo que Juan Rulfo (Sayula, Jalisco, 1917-Ciudad de México, 1986) ha escrito sólo cabe decir: “Amén”.

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