Respuestas
Respuesta:
El reinado de Napoleon Bonaparte consolidó la confluencia entre diferentes tendencias ideológicas que habían estado en abierto conflicto ideológico. El estadista francés pretendía convertir su sistema político en simbiosis del pasado absolutismo y del presente liberalismo ¿Una monarquía republicana? El principio de ciudadanía liberal se combinaba con el liderazgo del soberano. La garantía de derechos y deberes, un ordenamiento jurídico basado en el cumplimiento de leyes y normas, los principios revolucionarios de la igualdad, la fraternidad y la libertad, se conjugaron —atemperándose mutuamente— en la tradición monárquica europea. Como enlace entre ambos mundos, Bonaparte intentó recuperar para sí el papel de un cesarismo moderado, inspirado en la Historia romana, y menos en La guerra de las Galias o El Príncipe; la influencia de estas obras fue más herramental que finalista. César o Machiavelli enseñaron a Napoleón los medios a emplear para lograr el poder, pero no sobre los objetivos a conseguir una vez ganado aquél; y apenas nada pudieron mostrarle.
Bonaparte se sabe Emperador por la voluntad del pueblo francés. De ahí, el plebiscito nacional sobre la investidura imperial y el acto institucional que le entronizó. Conservador, tamizado en su conjunto por un barniz racionalista, utilitario, perfilándose así una formula que pudiera sostener la arquitectura institucional recientemente creada como espacio para la conciliación de diferencias entre distintas corrientes ideológicas que gravitaban sobre la, hasta entonces, convulsionada vida política francesa. Un marco de referencia que dotase de un elemental equilibrio al país político y a la nación, como manifestación primera de la soberanía del pueblo.
Influido por el fisiocratismo, creía que la agricultura era la base de la riqueza de un país, además de una fuente de equilibrio social.
El régimen imperial adoptó —y reformuló— elementos procedentes de la tradición de gobierno «eclairée» y liberal, tales como el contractualismo, el racionalismo, el utilitarismo, o el individualismo. Sin embargo, Bonaparte prefirió —a manera de contrapeso ideológico— apoyarse también en un naturalismo atemperado por la lógica; componentes clásicos y conocidos, pero ahora expuestos en una singular mixtura, que lacrasen la vinculación de su dinastía a Dios y a la nación, garantizando así la presencia —y permanencia— de un Imperio emergente como obra política y jurídica