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Por medio de la comparación genética, los investigadores pueden determinar las diferencias entre los seres humanos y cuánto hemos evolucionado.
El color de la piel es el ejemplo más obvio, pero hay otros, como el metabolismo, que ha cambiado para permitirnos digerir alimentos que antes no se podían comer.
El ejemplo más obvio es el de la lactosa, el azúcar que contiene la leche. Unos 10.000 años atrás, antes de que los humanos desarrollaran la agricultura y la ganadería, nadie podía digerirla más allá de los primeros años de edad.
Pero hoy en día, los niveles de tolerancia de la lactosa en diferentes partes del mundo ofrecen pistas sobre las diferencias en el desarrollo de la agropecuaria en diferentes partes del mundo.
Mientras que el 99% de los irlandeses, por ejemplo, la toleran, en el sudeste asiático, donde hay muy poca tradición agrícola, la tasa es de menos del 5%.
"Somos récords vivientes de nuestro pasado", señala el doctor Pardis Sabeti, geneticista de la Universidad de Harvard. "Podemos mirar el ADN de diferentes individuos y tener una idea de cómo han llegado a ser lo que son".
O sea que es claro que la tecnología no nos impidió evolucionar en el pasado.