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El ser humano viene reformando su entorno desde que es tal ser. Incluso hay quien asevera que el ser humano lo es, precisamente, por haber sido el ser capaz de proceder de manera metódica y sistemática a la reforma de su medio.
Esa reforma se ha efectuado a través del uso de técnicas, que han permitido al ser humano, en muchísimas ocasiones, domar la naturaleza sin conocerla (científicamente, claro está). Pues, mediante técnicas, se ha logrado intervenir en múltiples procesos naturales, controlándolos y orientándolos en un sentido dado. Con un ejemplo: técnicamente se viene produciendo cerveza, por lo menos, desde los tiempos de Babilonia, aunque hasta recientemente no se ha sabido en qué consistía la fermentación en sentido estricto.
La técnica, desde la noche de los tiempos, ha generado todo un mundo integrado por instrumentos, obras o prácticas de organización social, que, superpuesto a la naturaleza, ha permitido su control (o se pensaba tal cosa). De hecho la naturaleza que ha conocido el ser humano es la que se ha filtrado a través de los huecos de la malla técnica tendida sobre ella. Conforme más tupida se ha ido haciendo esta red, más se ha alejado el ser humano de la naturaleza.
En este punto es imprescindible citar a José Ortega y Gasset, que con su Meditación de la Técnica(1) hizo una importantísima contribución a la reflexión sobre la técnica y el ser humano, más apreciada fuera que dentro de España.
Decía Don José, en la obra mencionada, que sin la técnica no habría ser humano. Y nada más cierto Pues el animal no-humano es, al parecer, fruto exclusivo de la bioevolución: es producto de una selección natural que lo ajusta a un medio natural cambiante. El animal no-humano superviviente es siempre el que satisface sus necesidades de mejor forma en ese medio natural, el más eficaz biológicamente. Pero, el ser humano superviviente no satisface las suyas adecuándose al medio. Me atrevería a decir que ni siquiera las satisface, como sacia, por ejemplo, un león su sed o el hambre que siente. Lo que el ser humano tiende a hacer no es tanto satisfacer sus necesidades en ese sentido, cuanto eliminarlas o, al menos, ponerse a resguardo de ellas, como hace Allie Fox. Y lo logra -o, al menos, lo intenta- reformando técnicamente la naturaleza, como, así mismo, lo hace Allie Fox.
Por eso habría que decir que el ser humano es, ante todo, producto de la tecnoevolución: no de la natura, sino de la cultura, en el sentido estricto de este término: de lo no natural, de lo artificial (i.e. de lo técnicamente (ars) hecho (facio)).
La cultura humana ha sido el gran intermediario entre el ser humano y la naturaleza. Ha sido a modo de una gigantesca prótesis interpuesta entre él y su medio natural. Conforme los productos de la cultura, fruto de la civilización, han incrementado su sofisticación, su complejidad y número, mayor –repito- ha sido la lejanía del ser humano respecto de lo natural.
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