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Las tormentas solares, en palabras de la NASA, son capaces de interrumpir redes de energía, comunicaciones y GPS y provocar deslumbrantes auroras.
Si tuviéramos hoy una tormenta parecida a la que tuvo lugar en 1859, la vida se paralizaría.
La tormenta recibió el nombre de Tormenta de Carrington, por el astrónomo Richard Carrington, que fue testigo del acontecimiento y la primera persona en comprender la relación entre la actividad solar y las alteraciones geomagnéticas de la Tierra.
Durante la Tormenta de Carrington, las auroras boreales se registraron en Cuba y Honolulu, mientras que las australes fueron vistas en Santiago de Chile. Los destellos fueron tan fuertes que «los habitantes del norte de Estados Unidos podían leer el periódico solamente con la luz de la aurora», comentó Daniel Baker, del Laboratorio de Física Atmosférica y Espacial de la Universidad de Colorado (Estados Unidos) en una reunión en 2010.
Según Ed Cliver, físico espacial del Air Force Research Laboratory de Massachussets (Estados Unidos), las alteraciones geomagnéticas fueron tan fuertes que los operadores de telégrafos de Estados Unidos informaron de chispas que saltaron en sus equipos, algunas suficientemente fuertes para prender fuego.
Muchos de los informes de 1859 han quedado como meras curiosidades, pero si algo parecido ocurriera hoy, las infraestructuras de alta tecnología de todo el planeta podrían paralizarse.
«Está en juego la tecnología en la que se basan todos los aspectos de nuestra vida», añade Bogdan.
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