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Respuesta: nose soy de peru :v
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Por cualquier lado que se le busque, cuesta encontrar la razón por la cual el presidente Juan Manuel Santos embarcó a Colombia, con productores y consumidores a bordo, en un nuevo acuerdo de libre comercio (TLC), esta vez con Israel.
Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), durante la última década los principales productos importados por Colombia desde Israel son aviones de combate y armas. Pero ese tipo de productos no requiere de un TLC pues es el gobierno el que administra y negocia tales compras.
El tratado, que todavía debe ser aprobado por el Congreso colombiano, establece que en un principio un 70% del universo arancelario que integra el comercio bilateral estará exento de impuesto de aduanas y de barreras arancelarias.
Diez años después las exenciones se ampliarán a la totalidad de bienes producto del intercambio.
Sin TLC de por medio, sin embargo, el comercio bilateral entre Colombia e Israel se ha multiplicado por cinco en la última década, según el Ministerio de Comercio Industria y Turismo colombiano. En 2012, la balanza comercial fue positiva para Colombia en 365,6 millones de dólares.
Colombia le vende a Israel, principalmente, café, carbón, petroquímicos, madera y combustibles de petróleo. Como se ve, son bienes primarios que, en la práctica, no requieren de un TLC para ser comerciados ya que sus transacciones se rigen por la ley de oferta y demanda en donde los precios bajos son el principal aliciente para realizar la operación.
Además del equipo militar mencionado, Colombia compra a Israel teléfonos, radares y sus partes, hilados, maquinaria y equipo.
Al justificar la firma de un tratado a pesar de tener una balanza comercial ampliamente favorable, el gobierno habló de "la necesidad de estrechar nuestras relaciones en lo que tiene que ver con nuestro futuro: la tecnología, la agricultura, la educación, la aplicación de la tecnología para aumentar la productividad en el campo. Ahí hay un área inmensa de cooperación con Israel, que son tal vez los campeones mundiales de la innovación".
El TLC con Israel, y todos los demás firmados o que firme en adelante el gobierno colombiano constituyen una posibilidad o promesa de que podría impulsar la venta de bienes diferentes a los del sector minero o agrícola.
Sin embargo, tendría que existir un incentivo más allá de fortalecer las buenas relaciones entre los dos países. Desde el punto de vista económico el precio sería el mejor aliciente, pero la pregunta es si los productores colombianos de textiles o de calzado, por ejemplo, podrían competir con los chinos que también están presentes en Israel.
Los otros 12 TLC que ha firmado Colombia no han arrojado beneficios tangibles.
El otro asunto es el tamaño y la calidad del mercado israelí.
Si bien es cierto en Israel hay casi ocho millones de consumidores con ingreso per cápita que supera los 30.000 dólares al año, según datos del Banco Mundial a diciembre de 2012, también hay que tener en cuenta que la capacidad de compra está concentrada en minorías y que más del 25% de sus habitantes están en situación de pobreza, según la misma fuente.
Al gobierno de Benjamin Netanyahu le cae como anillo al dedo la posibilidad de contar en Colombia con un mercado con cero arancel para las confecciones y textiles israelíes que han venido perdiendo puestos de trabajo drásticamente en los últimos 15 años. Según cifras de la Confederación Europea de Ropa y Textiles (European Apparel and Textile Confederation), en 1999 los empleos del sector eran de 45.000 y en la actualidad no superan los 15.000.
Con las puertas abiertas a la competencia con cero arancel, la falta de competitividad por la escasa infraestructura adecuada para producir y exportar, no es mucho el espacio que el gobierno colombiano les esté dejando a los empresarios para vender, por lo menos, en su propio patio.
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