• Asignatura: Castellano
  • Autor: guerrerotarazonajuan
  • hace 7 años

poesía de Hernando Dominguez Camargo​

Respuestas

Respuesta dada por: es1341
0

Respuesta:

aqui esta la respuesta =D

Explicación:

En desmayada beldad

De una rosa, sol de flores,

Con crepúsculos de sangre

Se trasmonta oriente joven.

Cortóla un dentoso arado

Que, a no ser de ayal torpe,

Por la púrpura que viste,

Le juzgara marfil noble.

Cerdoso Júpiter vibra

Rayos, marfil, sobre Adonis,

Y el alma que trae de Venus

Hiere más, mientras más rompe.

Espumoso coral vierte

Que en verde esmeralda corre,

Mar de sangre en quien a Venus

Naufragio prepara Jove.

Verdugo monstruo ejecuta

De inflexible Dios rencores,

Y siendo amor el vendado,

Son cadahalsos los montes.

«¡Ay!, fiera sangrienta, dice,

Si asegundarte dispones,

Advierte que en la de Venus

No en mi vida, has dado el golpe.

Y matar una mujer

Con hazaña tan enorme,

Más para escupida es,

Que para esculpida en bronce».

Con esto se vino a tierra

Esta hermosura Faetonte,

Y exhala beldad, ceniza

Del sol que agoniza ardores.

De la herida a la ventana

El alma, al golpe, asomóse

Y aunque halló en la sangre escalas

Saltó atrancando escalones.

Cuando de cansar las fieras,

Ciudadanos de los bosques,

Venía la diosa Venus

Guisando a su amante amores.

Perlas desata en la frente,

Y su cuerpo exhala olores,

Que en amorosa porfía

Mejillas y aire recogen.

Juega la túnica el viento

Y entre nube holanda expone

Relámpagos de marfil,

Migajas de perfecciones.

Arroyo de oro el cabello,

Libre por la espalda corre,

De la cual pende un carcaj,

Vientre de dardos veloces.

Duplica en la espalda flechas,

Rigores ostenta dobles,

Bruñido dardo a las fieras,

Sutil cabello a los hombres.

Al pequeño pie el coturno

Le pone armiñas prisiones,

blando muro a dura espina

Que a tanta beldad se opone.

Fuentes le abrió de coral,

Quizá previniendo entonces,

Que tanto fuego tuviese

Por la sangre evacuaciones.

Hilos de rubí desata

Para que su nieve borden,

Con que en la tez de las rosas

Lácteos purpureó candores.

Ramos de sangre en tal cielo

Fueron cometas atroces

Que le escribieron desastres

En tan sangrientos renglones.

Espoleóle a su desgracia

Con la espina y arrojóse

Desde el risco del amor

Al zarzal de confusiones.

Trajinaria de distancias,

La vista escudriña el orbe,

Ve un atleta con la muerte

Luchando en rojas unciones.

A Adonis vio, jaspe yerto,

Por lo manchado y lo inmoble,

Y por dudar lo que ve,

Adrede le desconoce.

Asómase toda el alma

A los ojos, conocióle,

Y por dudar y engañarse,

Con engaños se socorre.

Beber la muerte en sus labios,

Cervatilla herida, escoge,

Muerte bebe en barro y vida

En boca rubí propone.

A voces le encaña el alma

Y a la de Adonis, sus voces,

Como se va por la herida,

Son a su prisa empellones.

Mira al cielo de su rostro,

Que alumbraban zarcos soles,

Y halla que a eclipsarlos vino

La luna de su desorden.

De las mejillas, que en rosas

Desabrocharon botones,

Si bordados, no alelíes,

Cárdenas violetas coge.

El panal dulce del labio,

Que entre ambrosia daba olores

Si es ámbar flor maltratada,

Hiel al néctar corresponde.

Mas las víboras de sangre,

Que se arrastran por las flores,

Nueva Eurídice, la muerden,

Miembros de mármol la ponen.

Rabiosamente se arroja,

Y es el remedio que escoge,

Beberle en la boca el mismo

Veneno que la corrompe.

La boca avecina al labio,

A heredarle el alma, adonde

Como llegó Venus muerta,

Alterna muerte matóles.

Ay Píramo!, ay, Tisbe nueva!

Riscos ablandáis que os lloren,

Pues caváis en una herida

Hoyo a dos vidas conforme.

Con las palabras enjagua

Y dando nieve en sudores,

Con cansados huelgos dice

Estas quejas a los dioses:

«¡Ay Dios bronce!

¡ay Dios diamante!

¡ay Júpiter!, cuando adores

A Europa toro, oro a Dafne,

Tus amores se malogren.

¡Ay, Apolo vengativo!,

Cuando con pies voladores

Sigas a Dafne, de ingrato

Laurel tus sienes corones.

¡Ay!, náufraga vida mía!,

Que un mar bermejo te sorbe

Y en la roca de la muerte

Te estrellas ya sin tu norte».

Dijo, y por la herida misma

Hasta el corazón entróse,

Que aún más allá de la vida

Un dulce amor se traspone.

Respuesta dada por: AlejandroMedFlo
0

Respuesta:

El truco ocupan, pues: pavón que, hinchado,

de muchos claros ojos se perfila;

y Argos festivo, el párpado calado

para ver sus batallas despavila:

Bolas que son ojos, ojos que son miradas en busca de un camino, ca-

mino que es dura batalla. Toda la vanidad del pavón «hinchado» en el des-

pliegue de su hermosura queda en la presentación del comienzo del jue-

go. Prevalecen las imágenes del ojo y de la pluma. El camino de dificultad

que implica el amor divino y en el cual insiste el emblema se pone de ma-

nifiesto al decir:«Y la [bola de billar] de Ignacio herida», o «Rápida se apre-

tó la subsecuente / en las pestañas de la argolla dura», sin embargo, cuan-

do toca el turno al doctor, «vestida agilidad la ebúrnea esfera», muestra

la facilidad con que él juega. De todos modos, el doctor pierde cada pun-

to. Es la derrota del cupido terrenal el que ve aniquiladas a su arrojo las

posibilidades de su vuelo: «Y quebrando al caer violentas alas / Icaro de

marfil, midió las salas» (IV-.CLIX). Aquellos ojos de Argos recuperados

en la belleza de la cola del pavo, encuentran la futilidad de su plumaje al

volverse Icaro de marfil. El juego se vuelve cacería, flechas como lince,

aves de cetrería que no perdonan la presa.

Menos, al bote corvo de la acerba

rápida harpía, baharí violento,

con inciertas errores en el viento;

y fulminada menos en la hierba,

de su livor la maculó cruento,

hasta llegar al césped, donde en suma

infamó sus verdores con su pluma. (IV-.CLX)

Es un planteo de lucha, como desprendido de una mano superior que

mueve las jugadas. En toda la estrofa no hay ni una referencia que aclara

las relaciones entre los ataques de las aves y el juego entre los contrin-

cantes. Este gesto se repite más adelante:

No en este mi clima, india flechero

(de un lince pestaña atada al dardo

en la ceja del arco) hirió certero

al perdido en las nubes neblí pardo.

El ojo y la pluma enfrentados nuevamente: la flecha, «lince la pesta-

ña», alcanza al ave escondida en la nube. La flecha no pertenece al cupido

terrenal; es la mirada que busca el camino que pocos encuentran.

El ritmo de las imágenes enciende una creciente morbidez y volup-

tuosidad en las jugadas, que está vinculado con aquello de que al doctor

Explicación:

Espero haberte ayudado.

Preguntas similares