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Respuesta:
La religión islámica está íntimamente ligada a la región geográfica y al país en que se originó. La península de Arabia, de clima tropical, árida e inhóspita en buena parte de su extensión, fue cuna del islamismo, una de las religiones más importantes del mundo actual. Lo fue, en su zona occidental contigua al Mar Rojo, situada al norte de la región montañosa del Yemen, más rica en aguas y asiento de culturas antiguas, en decadencia en la época en que vivió el profeta del Islam. La zona mencionada abarca el extremo noroeste de la península de Arabia y contaba con buenos oasis y ciudades muy activas gracias a su privilegiada situación entre Siria y los fabulosos mercados de la India. El ir y venir de los mercaderes, con el trasiego de mercancías, llevó a esta región, llamada Hedjaz, ideas de otros países y culturas que no dejaron de influir en los habitantes de los centros urbanos, antiguos beduinos vueltos sedentarios en su mayor parte, mientras las tribus de pastores nómadas se mostraban menos propicias a contactos e innovaciones.
El camello con su gran resistencia a la sed, era el medio de transporte más eficaz para las caravanas que recorrían las tierras desérticas. Y el beduino, podía convertirse según las circunstancias en amigo o enemigo del mercader forastero, pero su trato era deferente, su hospitalidad proverbial y su curiosidad despierta. Aficionados a la poesía. lírica aunque vigorosa y realista, han conservado con ella tradiciones preislámicas
Creencias de la Arabia preislámica:
Sus creencias en un polidemonismo, o pluralidad de espíritus protectores que residen en el agua, los bosques y las piedras, están enraizadas en el viejo panteón de los antiguos semitas. En especial, las piedras eran objeto de veneración. En la ciudad de La Meca existía desde muy antiguo un santuario que centraba las peregrinaciones de los beduinos. Este santuario, de planta rectangular, con un gran patio central a cielo abierto, había ido recogiendo, con el tiempo, los ídolos de muchas tribus y familias, convirtiéndose en el panteón preislámico por excelencia. De todos estos ídolos, el más importante era una piedra basáltica negra, tal vez un aerolito, que constituía el gran fetiche de los joraichitas, a la que algunos identifican con Húbal, la divinidad principal.
El santuario de la Caaba:
El santuario mequés de la piedra negra o piedra sagrada ha perdurado hasta nuestros días tras sucesivas modificaciones; siendo la última importante ña del siglo XVII. La planta del santuario propiamente dicho, rectangular, mide diez por doce metros. Todavía se conserva y venera la piedra basáltica, engastada en su extremo sur oriental, a metro y medio del nivel del suelo, y el pozo sagrado de Zemzem para las abluciones. Continúan practicándose viejas normas rituales de origen mágico. Y la Caaba sigue siendo centro obligado de visita en las peregrinaciones islámicas a La Meca.
Prácticas rituales:
Entre las prácticas religiosas de las distintas tribus sobresalía, con carácter unificador, el culto a las piedras (litolatría), en especial a las "piedras divinas" o aerolitos, caídas del cielo, que también se hallan entre los primitivos hebreos ( adoración de betilos).
Junto a los dioses protectores de las distintas tribus, se precisan tres divinidades femeninas, entre ellas Uzzá, asimilable a la Venus asiática, con un santuario propio en Nákhlah. Estas divinidades estaban supeditadas al "dios protector de la tribu" que recibía el nombre genérico de Alláh (dios). Pero no cabe pensar en un culto monoteístico anterior a Mahoma. Se conocían los sacrificios, en general de camellos, que tenían lugar en ciertas épocas del año en los santuarios tribales. Los fieles se reunían en ellos, se rapaban la cabeza en señal de penitencia y participaban en la comida ritual, comiendo de la carne del animal inmolado. Las procesiones y las vueltas en torno del santuario, con cánticos y aclamaciones, constituían el suplemento de estas ceremonias primitivas. No existía clase sacerdotal, aunque sí guardianes en los santuarios, y arúspices (sacerdotes de la antigua Roma que examinaba las entrañas de las víctimas para hacer presagios: Lat. haruspex) y adivinos que predecían el porvenir.
Explicación: