como termina el cuento el amigo fiel
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Hans dijo, muy afligido: “¿Hasta arriba?”. Hans sabía que si llenaba esa enorme cesta no le quedarían flores para llevar al mercado y necesitaba el dinero para recuperar sus pertenencias.
El Molinero dijo: “Como te he dado la carretilla no creo que sea mucho pedirte un puñado de flores”.
Hans, que prefería mantener su amistad que recuperar sus cosas, lleno de flores la cesta del jardinero. El Molinero cogió la tabla y las flores y, dándole las gracias a Hans, se fue.
Al día siguiente Hans oyó la voz del Molinero, que le llamaba desde el camino, que llegaba con un gran saco de harina al hombro.
El Molinero le dijo:”Querido Hans, ¿te importaría llevarme este saco de harina al mercado?”
Hans estaba muy ocupado con sus quehaceres y no podía dejarlos. Pero el Molinero le reclamó: “Teniendo en cuenta que voy a regalarte mi carretilla, es bastante egoísta por tu parte negarte a hacerme este favor”.
Hans, que no quería ser egoísta, dejó lo que estaba haciendo para ir a llevar el saco de harina al mercado, cargándolo en su espalda. Cuando lo vendió regresó con el dinero pensando que, a pesar de que había sido un día duro, al menos el Molinero le daría su vieja carretilla.
Al día siguiente el Molinero fue a por lo suyo, pero Hans aún no se había levantado, de lo cansado que estaba. El Molinero le reclamó su pereza: “Qué perezoso eres. La verdad es que, teniendo en cuenta que voy a darte mi carretilla, podías trabajar con más ganas. No te parezca mal que te hable tan claro. Por supuesto que no se me ocurriría hacerlo si no fuera tu amigo. Pero eso es lo bueno de la amistad, que uno puede decir siempre lo que piensa”.
Hans se disculpó. Tras ello, el Molinero le pidió que le ayudara a arreglar el tejado de su granero. El pobrecito Hans estaba deseando ponerse a trabajar en el jardín, pero no quería decir que no al Molinero, que era tan amigo suyo. Finalmente, Hans no solo fue a ayudar a su amigo con el tejado, sino que lo hizo él solo.
Cuando Han acabó, el Molinero le dijo; “¡Ay! No hay trabajo más agradable que el que se hace por los demás”.
Y así fueron pasando los días, el Molinero pidiendo favores y Hans haciéndolos, a pesar de no poder dedicarse a lo suyo pero, al fin y al cabo, le había prometido la carretilla. Así que el pequeño Hans seguía trabajando para el Molinero, y el Molinero seguía diciendo cosas hermosas sobre la amistad.
UEl amigo fielna noche Hans oyó un golpe seco en la puerta. Allí estaba el Molinero, que le dijo: “Querido Hans, mi hijo pequeño se ha caído de la escalera y está herido y voy en busca del médico. Pero vive tan lejos y está la noche tan mala, que se me acaba de ocurrir que sería mucho mejor que fueras tú en mi lugar. Ya sabes que voy a darte la carretilla, así que sería justo que a cambio hicieras algo por mí”.
Hans le dijo: “Faltaría más, pero préstame el farol, pues la noche está tan oscura que tengo miedo de que pueda caerme al canal”.
El Molinero le puso una de sus famosas excusas y Hans se conformó. Se abrigó y se puso en camino bajo la tormenta. Cuando llegó a casa del médico llamó a la puerta y le contó lo que pasaba: “El hijo del Molinero se ha caído de una escalera, y está herido, y el Molinero dice que vaya usted enseguida”.
El médico cogió su caballo y su farol y se marchó. Hans le siguió con dificultad. Al cabo de un rato se perdió y se cayó por un agujero. Al día siguiente lo encontraron muerto unos cabreros.
Todo el mundo fue al funeral del pequeño Hans, porque era una persona muy conocida. Y allí estaba el Molinero, presidiendo el duelo, pensando que era su derecho, al ser su mejor amigo. Y se puso a la cabeza del cortejo fúnebre envuelto en una capa negra muy larga y, de vez en cuando, se limpiaba los ojos con un gran pañuelo.
Acabado el funeral, se reunieron los asistentes en la taberna para tomar algo. El herrero dijo: “Ha sido una gran pérdida para todos nosotros”. A lo que el Molinero replicó: “Una gran pérdida, al menos para mí, porque resulta que le había hecho el favor de regalarle mi carretilla, y ahora no sé qué hacer con ella. En casa me estorba y está en tan mal estado, que no creo que me den nada por ella. Pero, de ahora en adelante, tendré mucho cuidado en no volver a regalar nada. Hace uno un favor y mira cómo te lo pagan”.
-¿Qué fue del Molinero? -preguntó la Rata de Agua.
-Ni lo sé, ni me importa -contestó el Pinzón.
-No tiene usted sentimientos -dijo la Rata de Agua.
-No ha comprendido usted la moraleja del cuento -observó el Pinzón.
-¡Quiere decir que ese cuento tenía moraleja!
-Pues sí -dijo el Pinzón.
-Debería habérmelo dicho antes de empezar. Y así me habría ahorrado escucharle -dijo la Rata de Agua, tras lo cual, se fue.
-¿Qué le parece a usted la Rata de Agua? -preguntó la Pata.
-Siento mucho haberle molestado -contestó el Pinzón-. El hecho es que le conté un cuento con moraleja.
-Ah, pues eso es siempre muy peligroso -concluyó la Pata.