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Es un apelativo que es usado para descalificar a cualquier contrario político. Con ello no solo se corre el riesgo de banalizarlo sino de alterar su auténtico significado y por tanto dificultar su identificación y el objetivo de luchar contra él. Nadie es fascista porque alguien lo piense o lo califique así. Existió un momento histórico en que esta ideología nació, triunfó y si no desapareció se redujo considerablemente su influencia al terminar la Segunda Guerra Mundial y fracasar los países (Alemania e Italia) que la fundaron. Y parecía que la ideología que lo sustentaba quedaría extinta pero hay un renacimiento que suscita un nuevo interés por ella desde el ámbito universitario y desde las posiciones políticas contrapuestas
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