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Arte de la Edad Moderna es el período o subdivisión temporal de la historia del arte que corresponde a la Edad Moderna. No se ha de confundir con el concepto de arte moderno, que no es cronológico sino estético, y que corresponde a determinadas manifestaciones del arte contemporáneo.
El período cronológico de la Edad Moderna corresponde con los siglos XV al XVIII (con distintos hitos iniciales y finales, como la imprenta o el descubrimiento de América, y las revoluciones francesa o industrial), y significó históricamente en Europa la conformación y posterior crisis del Antiguo Régimen (concepto que incluye la transición del feudalismo al capitalismo, una sociedad estamental y preindustrial y una monarquía autoritaria o absoluta desafiada por las primeras revoluciones burguesas). Desde la era de los descubrimientos los cambios históricos se aceleraron, con el surgimiento del estado moderno, la economía-mundo y la revolución científica; en el marco del inicio de una decisiva expansión europea a través de la economía, la sociedad, la política, la técnica, la guerra, la religión y la cultura. Durante ese periodo, los europeos se extendieron fundamentalmente por América y los espacios oceánicos. Con el tiempo, ya al final del periodo, estos procesos terminaron por hacer dominante la civilización occidental sobre el resto de las civilizaciones del mundo, y con ello determinaron la imposición de los modelos propios del arte occidental, concretamente del arte europeo occidental, que desde el Renacimiento italiano se identificó con un ideal estético formado a partir de la reelaboración de los elementos recuperados del arte clásico greco-romano, aunque sometidos a una sucesión pendular de estilos (renacimiento, manierismo, barroco, rococó, neoclasicismo, prerromanticismo) que, bien optaban por una mayor libertad artística o bien por un mayor sometimiento a las reglas del arte institucionalizadas en el denominado arte académico. La función social del artista comenzó a superar la del mero artesano para convertirse en una personalidad individualista, que destacaba en la corte, o en una figura de éxito en el mercado libre de arte. Al igual que en los demás ámbitos de la cultura, la modernidad aplicada al arte significó una progresiva secularización o emancipación de lo religioso que llegó a su punto culminante con la Ilustración; aunque el arte religioso continuó siendo uno de los más encargados, si no el que más, ya no dispuso de la abrumadora presencia que había tenido en el arte medieval.