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Remontémonos al siglo XVI en pleno auge del Renacimiento, donde el soporte se encontraba en los límites del lienzo, paños, telas o fresco. No obstante, las paredes o techos eran también utilizados como soporte de las pinturas, como el techo de la capilla Sixtina de Miguel Ángel, pero en menor proporción comparado con el soporte del lienzo. No hace falta recorrer el Museo del Louvre para contemplar que las grandes obras renacentistas, barrocas, clasicistas, impresionistas, post-impresionistas, etc., evidencian sus soportes sobre lienzo o paños de tela en el convencional marco rectangular. Pero antes de interesarnos en las vanguardias hay que analizar ciertos rasgos que nacieron en el Renacimiento y que están estrechamente relacionadas con el soporte y el sistema de representación.
Como sostiene Guy Gauthier, el Renacimiento fue una época de constante descubrimiento y análisis en lo que respecta al sistema de representación. En este período la búsqueda de la mímesis era el objetivo de todo pintor, era la líder del mecanismo de representación. Los cuadros rectangulares, según el autor, tenían su razón de ser: el empleo generalizado de la perspectiva y la racionalidad geométrica, en occidente, por los renacentistas.
Durante siglos se mantuvo la tradición del marco rectangular y de la tela como soporte, aunque las técnicas, materiales y conceptos evolucionaron y cambiaron. Al surgir la vanguardia se evidencia una ruptura de los soportes y elementos pictóricos tradicionales, además de otros aspectos como el abandono de la mímesis. Por ejemplo, el constructivismo comienza a utilizar otros materiales y crear relieves en sus obras como soportes de madera o chapas metálicas y surgen obras que parecen no corresponder a los términos de escultura o pintura.
El dadaísmo también evoluciona con los soportes utilizando el collage o la técnica del ready-made donde el soporte de su obra se transforma en la obra en sí, como los casos del mingitorio o el porta botellas.
Luego, en la neovanguardia de los 50, 60 y 70, se produce implosión de artistas y nuevas clasificaciones del arte1 así como también la exploración de dichos artistas por la desmaterialización del objeto artístico y su rematerialización en el mundo de las ideas.
Aquí el espectro de soportes se hace mucho más amplio. En el land art, por ejemplo, encontramos a artistas como Christo que hace de un estrecho de rocas en la costa oceánica el soporte de su obra, recubriéndola con una inmensa superficie de tela (Wrapped coast) o empaqueta un edificio en plena ciudad (Edificio público empaquetado).
Artes como el accionismo, el happening y las performances se manifiestan en soportes no predeterminados o estables sino que se inclinan más a lo aleatorio. Por ejemplo, el caso de Piero Manzini, cuyos soportes además de ser ilimitados son variados ya que su obra consiste en colocar su firma en cualquier objeto, persona u producto transformándola así en obra de arte. El rey neodadaísta, como así lo llaman, Yves Klein incursiona en maneras no ortodoxas de producir obras de arte. Dos de ellas, entre muchas otras, son Antropometrías de la época azul y Exposición de vacíos. En la primera, modelos bañadas en pintura azul se revolcaban en una gran tela pintándola con sus cuerpos. En la segunda, Klein utilizó como soporte literalmente una galería pintada de blanco, eliminó todo el mobiliario presente y colocó a un guardia republicano en la puerta. La cubana Ana Mendieta se transforma en el propio soporte de su obra al pintar su cuerpo, utilizándolo como objeto de la obra artística.
El pop art también explora otros soportes, como inflables con distintas formas, pero no hay tanta variación del soporte de la pintura sino que se destacan en la utilización de otros materiales y realización de obras tridimensionales.