está presente el reino de Dios en nosotros
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que encuentra en Jesús un motivo para vivir; levantarse de los escombros y del desperdicio de su vida para acometer una vez más e intentarlo de nuevo, ya no solo, pues ahora lo acompaña la presencia del Espíritu de Dios. Se hace presente en un niño sin posibilidad alguna de sobresalir más allá de su condición precaria; económica, familiar y social, donde vivía lleno de vejaciones, de maltratos, insultos, pobreza e ignorancia, pero en cuya historia Dios intervino y transformó por su poder.
El Reino de Dios puede ser muy abstracto o muy tangible, puede estar muy lejano o muy cercano, depende de nuestra respuesta cotidiana a él.
Para unos pescadores el Reino de Dios era cosa de los teólogos de Jerusalén, ellos no tenían tiempo de discursar al respecto, su ocupación y preocupación eran los peces, sus redes y sus barcos; pero el Reino de Dios se tradujo en la visita de Jesús a sus barcos, sus redes y sus peces. El Reino de Dios no se vuelve parte de nuestra vida, sino nuestra vida misma cuando Jesús vive en ella.
En una ocasión, unos fariseos se acercaron a Jesús y le preguntaron cuándo había de venir el reino de Dios, (Jesús) les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros (Lucas 17:20-21). Estos Fariseos se veían bien intencionados, querían saber pero no estaban seguros de las cosas, aunque en apariencia eran los que más «sabían de y practicaban la Palabra». Jesús les reclamó: Sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis! (Mateo 16:3).
Para el sentimiento nacionalista judío el reino de Dios era un evento político, un acontecimiento militar, una era donde volverían a vivir las glorias del pasado, como en los tiempos de David y de Salomón, donde serían reivindicados enfrente de sus opresores, donde el Mesías se cobraría los agravios que habían sufrido.
Por eso muchos de los seguidores de Jesús se desencantaron y volvieron atrás; inclusive Judas, al ver que el «nuevo orden espiritual» no llenaba sus expectativas, lo traiciona después de haber experimentado tremendo