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Respuesta:
El propósito de este artículo es interrogarse sobre las características de las relacio-
nes que protagoniza el romance desde el ámbito de la oralidad hacia el de la es-
critura y su retorno a la transmisión oral (o por lo menos vocalizada), en un
período establecido, los siglos XVI y XVII, en función de determinadas interrela-
ciones culturales e ideológicas. En este sentido, parecería que en el siglo XVI,
cuando el romance se incorpora a la producción poética escrita, se opera una
transgresión, una especie de invasión triunfante de las prácticas orales hacia la
cultura institucional, para construir un espacio entre sus filas y regresar victoriosas
a la tradicionalidad de la cual habían partido. Esta afirmación inicial debe ser re-
lativizada, ya que dicho movimiento de apariencia ascendente (desde lo tradicio-
nal hacia lo “culto”), podría pensarse en realidad a la inversa, como un movimiento
descendente (desde lo “culto” hacia lo tradicional), operado a partir de la apro-
piación que efectúa el ámbito institucional-académico de un género tradicional
con la intencionalidad de utilizarlo como un vehículo de transmisión de determi-
nados mandatos.
Palabras clave: escritura, oralidad, romancero.
Las relaciones entre prácticas orales y escritas son mucho más complejas que las
planteadas por las teorías individualista y neotradicionalista en su controversia
sobre los orígenes de la épica románica. En el caso del romancero, ya es materia
verificable su difusión oral desde la Edad Media hasta nuestros días y es asimismo
innegable que el acceso a esa cadena de transmisión ininterrumpida fue también
posible a partir de la fijación escrita del fenómeno que se efectuó en momentos
puntuales de ese lapso, habiendo determinado en consecuencia la generación de
un circuito de recepción diferente al de la oralidad primaria en función de esa es-
critura.
El propósito de esta ponencia es interrogarse sobre las características de este mo-
vimiento que protagoniza el romance desde el ámbito de la oralidad hacia el dela escritura y su retorno a la transmisión oral (o por lo menos vocalizada), en un
período puntual, los siglos XVI y XVII, en función de determinadas interrelaciones
culturales e ideológicas. En este sentido, parecería que en el siglo XVI, cuando el
romance se incorpora a la producción poética escrita, se opera una transgresión,
una especie de invasión triunfante de las prácticas orales hacia la cultura institu-
cional, para construir un espacio entre sus filas y regresar victoriosas a la tradicio-
nalidad de la cual habían partido. Esta afirmación inicial debe ser relativizada, ya
que dicho movimiento de apariencia ascendente (desde lo tradicional hacia lo
“culto”), podría pensarse en realidad a la inversa, como un movimiento descen-
dente (desde lo “culto” hacia lo tradicional), operado a partir de la apropiación
que efectúa el ámbito institucional-académico de un género tradicional con la in-
tencionalidad de utilizarlo como un vehículo de transmisión de determinados va-
lores, con fines propagandísticos1
.
En primer término, para comenzar a entender la peculiar vitalidad del género
deben dejarse de lado las oposiciones oral-escrito (en correlación con las de po-
pular-culto) y pensar los siglos XVI y XVII como el período en el que, si bien signado
definitivamente por la primacía de la escritura a través de la tecnologización de
la imprenta, continuaron desarrollándose prácticas de transmisión oral y los cir-
cuitos de recepción siguieron pensándose como una audiencia. Para comprender
la compleja y fundante relación del romance con los ámbitos oral y escrito es cru-
cial tener en cuenta que la tecnología de la imprenta y todas sus consecuencias
sociales no entraron en contradicción con la esencia oral de producción y circula-
ción de los géneros poéticos orales, entre ellos el romance. Por el contrario, se in-
tegraron exitosamente, sobre todo porque desde un primer momento fue
captada su posibilidad de alcance masivo.
Ciertamente, esta adaptación no fue unidireccional ni dejó inalterado el mundo
oral. Godzich (1994, pp. 72-95) explica de qué modo la imprenta produjo un cam-
bio estructural en los circuitos totalmente orales: la audiencia que genera el texto
escrito es una audiencia in absentia. Ya no se produce el intercambio participativo
propio de la perfomance, sino que se constituye como un receptor capturado,
subyugado, persuadido de modo seductor por el texto que tiene nuevas maneras
de manipulación.
En esta etapa, la literalidad está vista como una forma de competencia tecnológica
que no está limitada a un conjunto de receptores particular sino que es incluyente
1 Las siguientes páginas retoman parte de lo desarrollado en Chicote (2012). “Introducción”. Esta
presentación se inscribe en el proyecto bajo mi dirección, H 686 “Tensiones y contactos en la tra-
dición lírica románica de la edad media y el renacimiento hasta sus proyecciones en la modernidad”
(UNLP).