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Respuesta:
Un joven emprendedor se dijo un día que quería ser marinero de ultramar. Para ello, tendría que revisar mucha teoría y debería entrevistar a muchos expertos. Sin embargo, cuando se acercó a estos, no supuso que estos le tratarían con recelo. Aparentemente, tenían muchos prejuicios hacia él por su ropa cara y su nerviosismo; no le veían como un futuro marine. Fue a buscar a su abuelito, su amigazo desde niño, para que este le hablase acerca de las locuras y los entrañables peligros del mar. El hombre, siempre despeinado, con cortesía miró a su nietecillo con ternura. Le habló de un monstruo subterráneo que atacaba a todo navegante sin experiencia, y este, nunca aterrado, decidió cazar al motivo de su perdición. En una revolucionaria máquina marina, se enfrentó a las olas y los riscos con tal de acabar con su enemigo. ¡Qué sorpresa se llevó cuando se encontró con una megafiesta en la uniforme bahía señalada! Su abuelo cariñoso, entonces, le dijo algo que se le quedaría grabado por siempre: «nadie podía enseñarte a no temerle y a amar el mar. Sin embargo, a pesar de no ser bienvenido, surcaste toda ola en busca de aquel que te dificultaba las metas. Ese es el trabajo de un marine». El joven miró periféricamente, pero no encontró la microscópica entrada a la guarida subterránea. Entonces, comprendió todo. «Todo esto fue para que aprendiera a enamorarme de navegar».
Desde entonces, el joven no ha dejado de recorrer los océanos ni de estar en alta mar
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