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Esta primera violencia de los años 40 a los 50, predecesora de las que vendrían luego, ha sido muy estudiada por politólogos, “violentólogos”, antropólogos e historiadores nacionales y extranjeros.
Se han examinado las conductas de los actores armados; el proceso de acumulación capitalista, que en este caso tiene que ver con la apropiación de tierras del “enemigo”, argumentando razones políticas y hasta morales, lo que algunos autores de manera tal vez elemental llaman conflicto de clases; laconcentración de la propiedad de las tierras; las luchas por ocuparlas de campesinos necesitados de cultivar para poder sobrevivir; los desplazamientos masivos de población
Carta escrita por los comandos guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Llanos Orientales, el 8 de septiembre de 1953, al presidente Rojas Pinilla, en la que expresan su “determinación sincera y espontánea de deponer las armas con decoro”. Firman: José Guadalupe Salcedo, Jorge Enrique González, Humberto Paredes, Dumar Aljure, Rafael Calderón, Marco A. Torres, José Raúl Mogollón, Ignacio González, Marco A. Parra, Laurentino Rodríguez, Jorge Chaparro, Adán Chaparro, José Vicente Perilla, Jesús Feliciano, Antonio María Rincón, representante del pueblo civil, Carlos Neira Rodríguez, representante del pueblo civil, Maximiliano Ortega, Marco A. Torres, Miguel Trujillo. Aparece en blanco la firma de Eduardo Fonseca Galán, quien se encontraba en Bogotá en el momento de suscribirse la Carta.
Si las guerrillas liberales por un lado suelen ser estudiadas dentro del marco general de la violencia, justo es distinguirlas de otras guerrillas de aquel tiempo, del puro bandolerismo y, desde luego, de la represión oficial. Pero todo el conjunto de la violencia, además de lo manifestado arriba, también ha sido objeto de estudios de cariz genético
Camilo Torres, que es conocido como “el cura guerrillero”, en sus tesis sociológicas sostuvo que Colombia vivía dentro de un molde social tradicional y que esa violencia trató de romperlo. Sin éxito, añadieron algunos. Otros expertos en el tema hallan alguna relación de esa Violencia con las guerras civiles del siglo XIX o con los conflictos agrarios que tuvieron lugar de 1925 a 1935, pero también ven diferencias, sobre todo por las formas de organizarse de los contendientes.
Germán Guzmán, uno de los autores de La violencia en Colombia, un clásico del tema, nos dijo una vez que todos los colombianos eran responsables de “la tragedia”: por acción u omisión; por haber participado directamente en ella o por insensibilidad social o apatía. Orlando Fals Borda, otro de los autores del mismo libro, insiste en la responsabilidad de la clase dirigente política, la cual incitó al pueblo a matarse entre sí mientras ella permanecía tranquila en las ciudades. Para un famoso general de los años 60 que quiso ser Presidente de la República, Alberto Ruiz Novoa, los responsables del desangre nacional fueron “los políticos”, básicamente los congresistas; no las fuerzas armadas.
Inclusive el vocabulario relativo a esa etapa de la historia nacional es objeto de análisis, distinguiendo algunos especialistas las guerrillas propiamente dichas, de la violenciaen general. Si las guerrillas liberales pueden considerarse como parte de una especie de guerra civil, pero no una guerra civil en sentido pleno, anotan ciertos historiadores, la violencia en general no fue una guerra, aseguran, en parte porque afectó apenas a algunas regiones del país y no se dio una coordinación entre ellas.
Descendiendo a consideraciones más precisas, el trágico fenómeno de los 40 y 50 tuvo que ver con estas importantes realidades, ya abordadas en este trabajo, pero que es bueno resumir:
- el fin de la hegemonía conservadora en 1930, hegemonía que tuvo dos referentes principales: dictadura ideológica y represión de los opositores,
- la reacción a la modernización liberal de los años 30, más fuerte desde el triunfo conservador de 1946, teniendo en cuenta que el candidato M. Ospina Pérez fue visto como una esperanza de moderación al comienzo, pero que la abandonó después, retornando al sistema de imposición política característico de la Colombia de finales del siglo XIX y las tres primeras décadas del XX,
- el recurso al régimen militar, de buena parte de las élites partidistas, en 1953, asustadas por la violencia implantada y que no comprendían del todo las tensiones sociales acumuladas en la nación durante el último cuarto de siglo,
- la tregua y desmovilización de algunos de los insurgentes durante ese régimen, pero que dejó las secuelas del bandolerismo y, sobre todo, la semilla para futuras guerrillas.