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LA VOZ SOBRE EL OLVIDO
Soy la oscura mitad de tu existencia,
Fruto de llanto abierto en la penumbra,
alondra vegetal que se acostumbra
a la rama con sangre de tu ausencia.
Sombra de una memoria sin presencia
bajo la noche que tu llanto alumbra,
abierto corazón que no vislumbra
su cielo derrumbado a tu sentencia.
Colmena de ceniza, dispersado
palomar de la nostalgia, voz tardía
de nocturno rumor, atribulado
fuego de soledad y de agonía
donde la muerte con su musgo helado
cubre la rama de la ausencia fría.
CORAZON
Ya el corazón el hábito declina
del loco amor que fue su desventura,
y gozando la paz de su ternura
un nuevo amor alzándose adivina
Con leve paso el alma se encamina
por jardines de luz, a la ventura:
y siente, corazón, que la dulzura
sobre la tierra matinal germina.
Qué largo fue su triste desvarío
y que vana la angustia que en la mente
prendiste, corazón ajeno y mío.
Hoy, con pulso de estrella se te siente
correr la sangre por el ancho río,
corazón que en ti tiene su vertiente.
PRELUDIO DE SOLEDAD
Vagaré bajo la sombra y las estrellas
que conocen mi frente y sus desvelos,
contaré como pétalos sus rayos
sin pedir al azar su vaticinio.
Quiero con mis pisadas
recorrer hacia atrás,
horas que se quedaron extasiadas
en el reloj que el sol eternizaba,
y repetir: ¡Dios mío! ¡Cuántos nombres!
Criaturas, norte, sur, sólo viento y ceniza,
ebrios itinerarios que extraviaron mis brújulas.
Hay algo indefinible entre el follaje,
un olor de mujer que no regresa.
Ya las palabras no tienen el deleite del labio,
se borran en el aire como saetas de humo,
caen en la hojarasca
ajenas a su rumbo y su herida.
En una escondida copa,
el alma ha guardado todas las caricias
y cuando la luna me alarga los brazos
por sobre los senderos
y no encuentro a nadie vivo
acerco sus bordes a mi sed.
Sin olvidar que un gran silencio
soporta otros silencios,
y así se levanta la torre
donde habitó la soledad.
FRUTO DEL SUEÑO
A paloma de nieve condenado
a flor de llama al viento sometido,
a lluvia desgajada estatuido
fruto del sueño, ciervo degollado;
te meces en el aire, vulnerado
fantasma de los ojos desprendido,
carbón en cuyo rostro se ha encendido
lo que la muerte tiene anticipado.
Vienes con pasos turbios de cautela,
en las frondas del sordo duermevela,
como las huellas del asesinado
amor que ayer nos entregó la suerte
un minuto no más y que hoy se vierte
sobre el fulgor del pecho derramado.
TEMA DE MUJER Y MANZANA
Una mujer mordía una manzana.
Volaba el tiempo sobre los tejados.
La primavera con sus largas piernas,
huía riendo como una muchacha.
Bajo sus pies nacía el agua pura.
Un sol, secreto sol, la maduraba
con su fuego alumbrándola por dentro.
En sus cabellos comenzaba el aire.
Verde y rosa la tierra era en su mano.
La primavera alzaba su bandera
de irrefutable azul contra la muerte.
Una mujer mordía una manzana.
Subiendo, azul, una vehemente savia
entreabría su mano y circulaban
por su cuerpo los peces y las flores.
Gimiendo desde lejos la buscaba
-bajo el testuz de azahares coronado-
el viento como un toro transparente.
La llama blanca de un jazmín ardía.
Y el mar, la mar del sur, la mar brillaba
igual que el rostro de la enamorada.
Una mujer mordía una manzana.
Las estrellas de Homero la miraban.
Volaba el tiempo sobre los tejados.
Huía un tropel de bestias azuladas.
Desde el principio, y por siempre jamás,
una mujer mordía una manzana.
Mi corazón sentía oscuramente
que algo brillaba en esos dientes.
Mi corazón que ha sido y será tierra.
EL INSOMNE
A alguien oí subir por la escalera.
Eran -altas- las tres de la mañana.
Callaban el rocío y la campana
...Sólo el tenue crujir de la madera.
No eran mis hijos. Mi hija no era.
Ni el són del tiempo en mi cabeza cana.
(Deliraba de estrellas la ventana).
Tampoco el paso que mi sangre espera...
Sonó un reloj en la desierta casa.
Alguien dijo mi nombre y apellido.
Nombrado me sentí por vez primera.
No es de ángel o amigo lo que pasa
en esa voz de acento conocido...
...A alguien sentí subir por la escalera...
OTOÑO
Arregla los papeles. Es ya tiempo. No temas
al rigor del invierno. Aún hay fuego. Arde
un rescoldo de amor y al fulgor de la tarde
nacen aún los besos, los poemas.
Después de todo, mira, no importa, hemos vivido
al borde cotidiano del asombro,
una mirada basta, la voz con que te nombro
basta para olvidar la muerte y el olvido.
¿Para qué regresar en busca de la aldea
natal? El tiempo pasa. Si abres la ventana
de nuevo nace el mundo. Déjame que te vea
a la orilla del alma, real, mía, cercana.
Somos hambre, penumbra, testimonio de seres,
nada nos pertenece, somos rumor profundo
del prodigio que pasa. Escúchame, no esperes
nada más. Mira. Ama. Despídete del mundo.
LA NIÑA CIEGA
Por tu noche oscura
mi voz irá delante de ti como una lámpara.
Por tu planta insegura,
paloma equivocada,
tendrás mi voz para apoyarte en ella
y te haré un barandal con mis palabras.
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