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Respuesta:
Su presencia nos recuerda su amor
En primer lugar, la presencia de Dios en nosotros es un recordatorio de su amor incondicional. Dios promete a cada persona que pone su fe en Él que Su Espíritu Santo morará en ellos y nunca los dejará. Incluso cuando pecamos y fracasamos, Dios sigue siendo fiel a nosotros. Incluso cuando todos los demás nos den la espalda, Dios sigue siendo fiel a nosotros. Cuando sentimos su presencia, es un recordatorio de la confianza y la seguridad que tenemos en nuestra relación con Dios.
Su presencia nos recuerda que no estamos solos
En segundo lugar, la presencia de Dios es un recordatorio de que nunca estamos realmente solos en esta vida. A menudo, en los momentos más difíciles, es fácil sentirse aislado y solo. Podemos sentir que nadie realmente entiende lo que estamos pasando, y mucho menos de compadecerse de nosotros. Pero cuando sabemos que Dios está ahí, sabemos que nunca estamos realmente solos en esta vida. Incluso si no hay otro ser humano que nos consuele o nos ayude, nunca tenemos que sentirnos solo o como si nadie se preocupa por nosotros.
Su presencia nos da la paz
En tercer lugar, el sentir la presencia de Dios nos puede dar paz. Cuando entendemos que no hay nada en esta vida demasiado grande o difícil para que Dios, y que Él está de nuestro lado, somos capaces de sentir una profunda sensación de paz.
La promesa de protección divina
Jehová nos asegura que amparará a sus siervos. “Dios es para nosotros refugio y fuerza, una ayuda que puede hallarse prontamente durante angustias”, dice (Salmo 46:1). Puesto que “no puede mentir”, tenemos confianza absoluta en su promesa de velar por nosotros (Tito 1:2).
Como lo hizo una vez:
“Envió desde lo alto y me tomó; me sacó de las muchas aguas” (2 Samuel 22:17).
5 de Julio: Salmos 40–42; Hechos 27:1-26
Con el agua no se debe jugar. Tiene una fuerza poderosa irresistible que aún los mejores nadadores pueden perder la vida en sus manos. De muchacho, el agua era mi vida, mi lugar para pescar, mi distracción; nací en el río Huallaga, limpia, cristalina, y profunda. Durante mis turnos en el río, observaba a los niños con cuidado para garantizar la seguridad de los que nadaban.
A veces el río venía con estruendo y fuerza y los débiles caían presa en sus brazos. Abandonar la mirada o no prestar atención podía tener consecuencias graves para los que estaban en el agua. Muchos de nosotros estuvimos atentos si un nadador se encontraba en peligro de ahogarse debido a una herida o impericia, nuestra responsabilidad era salvarlo y ponerle fuera de peligro. Nadie nos pagaba por hacer eso. Lo hacíamos porque queríamos y porque nos gustaba tirarnos al agua para salvar a la gente. El mejor lugar donde podíamos estar era el río.
Después de experimentar la ayuda de Dios en su batalla contra los filisteos (2 Samuel 21:15-22), David compara su rescate con haber sido sacado “de las muchas agua” (22:17). En esta lucha con los filisteos, David se cansó, había perdido las fuerzas. Y uno de los gigantes, que tenía una inmensa lanza, trató de matar a David; mas Abisai, hijo de Sarvia llegó en su ayuda, e hirió al filisteo y lo mató. Las vidas de David y sus hombres estaban en peligro a causa de sus enemigos. Dios mantuvo a flote a David cuando este se ahogaba en el desastre.
Mientras que a los guardavidas les pagan para garantizar la seguridad de los nadadores, Dios salvó a David porque se deleitaba en él, porque se agradó de él (v. 20). Mi corazón salta de gozo al entender que Dios no me cuida y me protege porque esté obligado a hacerlo, sino porque quiere.
Un primer paso para experimentar el amor y el cuidado de Dios es reconocer el poderío del enemigo. David dijo: “Me libró de poderoso enemigo…aunque eran más fuertes que yo” (v. 18). Negarlo, sería presumir que podemos vencer al enemigo con nuestras propias fuerzas. Pero no, el enemigo siempre será más poderoso que nosotros, pero Dios es más poderoso que él. “Mas Jehová fue mi apoyo” (v. 19).
Un segundo paso para disfrutar el amor y el cuidado del Padre, es guardar los caminos de Dios, es caminar con él y disfrutar de una buena relación. “Jehová me ha premiado…porque yo he guardado los caminos de Jehová (v. 21, 22).
Que Dios veía a David de esta manera queda demostrado en 1 Reyes 14:8: “Y tú no has sido como David mi siervo, que guardó mis mandamientos y anduvo en pos de mí con todo su corazón, haciendo solamente lo recto delante de mis ojos”. Esto no obvia los pecados de David (1 Reyes 15:5), sino que debe ser considerado desde dos puntos de vista: primero, David, aun sumido en sus pecados, tenía su corazón puesto en Dios y en sus caminos.
Cuando se le reprendía, se arrepentía enseguida y no protestaba. Segundo, ello es un testimonio de que Dios perdona todo y cumple siempre su propósito, a pesar de las debilidades humanas (v. 51).
Cuando los problemas de la vida parecen superarnos, podemos descansar al saber que Dios, nuestro Guardavidas, ve lo que nos sucede y, porque se deleita en nosotros, nos cuida y nos protege.