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Habiéndose limado asperezas del pasado a mis quince años por fin tendría oportunidad de conocer a mis abuelos. Ellos vivían en Rusia y mi familia en otro país, pero eso no me restaba emoción de verlos. Cuando llegamos ahí no sabía por dónde comenzar, si abrazarlos o saludarlos, mientras mi hermana estaba antipática portándose como cualquier día normal. En el momento de verlos no pude resistir, simplemente salté sobre ellos para abrazarlos y me correspondieron apretándome fuerte. El hecho suavizaba un poco la tensión que había entre todos y la tarde se hizo más ligera.
Me acomodaron en el mismo cuarto que mi hermana quien en un instante convirtió toda la habitación en un chiquero, así que para evitar peleas solo salí de la habitación, vi a mi abuela dejar un plato de galletas junto con un vaso de leche bajo la escalera. No quise espiar así que regresé en silencio a recostarme, el cuarto entonces estaba impecable, mejor que cuando llegamos, la ropa que mi hermana había regado estaba perfectamente doblada en su maleta. Ella estaba en el baño, pero cuando salió se fue en mi contra pensando que yo lo había ordenado todo. Fui a dormir a la sala para evitar sus reclamos, concilie en sueño en un instante, por lo regular en mi casa horrendas pesadillas no me dejaban pegar los ojos, pero esa noche, dormía como un bebé.
Mi placentero sueño fue interrumpido por un ruido en la puerta trasera, sonaba como si alguien intentara forzar la puerta, al acercarme solo pude ver a alguien corriendo de prisa hasta perderse en los arboles, detrás de mi alguien me miraba, podía sentirlo, unos pasos apenas perceptibles llamaron mi atención hasta un punto fijo cercano a la chimenea, y ¡Fue entonces que lo vi!, un anciano muy pequeño, todo cubierto de pelo, los tenía hasta en las manos y pies los cuales pude observar bien porque estaba junto al fuego, lo iluminaba por completo, solo en la parte de los ojos y de la nariz tenia al descubierto. Escondía una cola entre sus pies, pero lo que no pudo disimular fueron un par de pequeños cuernos.
Esas palabras lejos de calmarme me llenaron mas de nervios, en mi habitación trataba de decidir que era mejor, si estar fuera de las cobijas esperando cualquier movimiento o simplemente esconderme bajo ellas tratando de no enterarme de nada. Ninguna opción funcionó, en un momento de angustia el rechinido de la ventana hizo que mi corazón galopara, y por un momento se detuvo al ver que debajo de ella una mano peluda se alzaba lentamente, parecía tener vida propia y moverse como serpiente, tratando de no ser vista, mientras cerraba la ventana, yo mordía las cobijas para no gritar, pues ya había visto con detalle a quien pertenecía aquella extremidad, y no quería que se diera cuenta que lo observaba.
Caminaba por la habitación escondiéndose entre las sombras, hasta que se puso a los pies de la cama de mi hermana, en ese momento su imagen cambió de repente, ¡Era igual a mi abuela!, semejando hasta sus ropas, en un salto repentino, abrazaba a mi hermana, apretándola fuerte, mi cobardía solo sirvió para desmayarme, aunque recuerdo haberla oído gritar a lo lejos más de una vez.
Cuando recobré la conciencia mi cabello estaba trenzado, y la abuela consolaba a mi hermana, entre sus palabras nos contaba, que el todo aquello había sido obra del Domovoi, un duendecillo ruso casero, que hace trenzas a quien le agrada y asusta al que no, mi hermana lo había molestado por ser tan desorganizada, ya que a él le gusta la limpieza, pero que el realidad era un ser bueno que vigilaba la casa y protegía a la familia, a él se referían cuando decían «El Abuelo» y eran suyas las galletas de la escalera. Entre otras cosas mi abuela nos reveló que al escuchar el llanto de un bebé, en las casas donde no los hay, se trata del bebé de Domovoi. Si cubres son un pañuelo el sitio de donde sale la voz, la madre del niño te dará respuesta a cualquier pregunta, con tal de que liberes a su hijo. Aunque no se pueda ver, su presencia se sabe y lo mejor es llevar la fiesta en paz, si está enfadado, hay que invitarlo a comer con la familia, colocando un lino blanco y limpio en la habitación, ofreciéndole un pan salado envuelto en una tela blanca. También le gusta que colguemos botas viejas en el patio para honrarlo. Con su risa te augura buena ventura, con su mal carácter anuncia las desdichas. Nunca va mas allá de los límites del hogar, así que para llevarlo contigo debes tomar un pequeño huevo de gallina, colocarlo debajo de un ratón, y llevarlo durante 9 días. El décimo el Domovoi se presentara en tu casa, una vez ahí tienes que dejar una bota vieja para que se esconda mientras encuentra su lugar, y colocar un mendrugo de pan bajo la cocina.