• Asignatura: Historia
  • Autor: Anónimo
  • hace 7 años

un resumen sobre los autores de Tradiciones orales de las naciones shipibo y uitoto, escrito e ilustrado por Elena Valera, Harry Pinedo y Rember Yahuarcani. doy coronita plis


Anónimo: q se llama emir y no le cuentes a el
Anónimo: no soy tan grosera
nikolmedrano: pera grosera y no me trates asi
Anónimo: pues dile q no me hablwe si q quiere
nikolmedrano: bueno pera
nikolmedrano: pues pera es un animal
Anónimo: en serio te desconosco
Anónimo: bay
nikolmedrano: bay amiga
mariafernanda04019: hola

Respuestas

Respuesta dada por: anjelygamarrahuaman
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Respuesta:

En tiempos pasados los hombres shipibo vivían a la orilla del río o de la cocha, ese era siempre su lugar favorito. En ese entonces, cuando cazaban pescado, no tenían cuchillo, lo hacían de caña y lo afilaban bonito y con eso destripaban los peces. La piedra también la utilizaban. Tampoco tenían candela; por eso, cuando ya tenían sus peces cazados los ponían al sol para poder comerlos. El sol también era un poco bajo; dicen, en ese tiempo, no era tan alto. Y en la chacra no tenían casi nada para comer con el pescado.

Los shipibo vivían al lado de Yoashiko Inca, casi convivían con él. Era un inca mezquino, cuando los hombres le pedían palo de yuca para sembrar, Yoashiko le cortaba su yema y les daba así para que no crezca, y no crecía; y cuando le pedían maíz, les daba tostado. No les enseñaba nada.

Yoashiko tenía en su casa un perico que estaba criando su mujer. En ese tiempo, el perico tenía su pico largo; él veía que en su chacra Yoashiko tenía sembradas guayabas, guabas y otras frutas. Y miraba a los niños que subían al árbol de guabas y las cogían. Yoashiko les espantaba, diciendo: “¡Joo, joo, joo!”, como un animal. “¡Los monos y guasas están cogiendo mi guaba!”, exclamaba. Y al momento los niños se convertían en diferentes clases de monos. Todo eso veía el lorito.

Cuando se iban los hombres shipibo a pescar cerca de su casa, Yoashiko les ponía a algunos un pañuelo rojo en el cuello, diciendo: “¡Joo, joo, joo, las aves están terminando los peces de la cocha!”. Y, al instante, ellos se convertían en toyuyo y garza blanca.

Cuando el lorito le pedía comida, la mujer de Yoashiko siempre le daba duro, le maltrataba. Entonces, de tanto maltrato, pensó: “Voy a ayudar a los hombres, voy a llevarles candela para que puedan cocinar”. Un día, la mujer estaba barriendo en su patio y el perico le pidió comida, quejándose de hambre como hacen los pajaritos. La mujer le dio un escobazo, diciendo: “¡Fuera, molestoso!”. Él aprovechó y en un descuido agarró un poco de candela de su dueño y salió volando. Yoashiko se dio cuenta cuando ya estaba el perico arriba con la candela, volando. Se la quiso quitar, pero ya era difícil porque el perico se iba hacia un palo seco, grande, que se llama shiwawaco, para poner allí el tizón para que arda. En eso, Yoashiko dijo: “Voy a hacer llover”, y en ese momento tronó y él hizo caer la lluvia bien fuerte, con ventarrón que venía de un lado hacia otro, para tratar de apagar el fuego. Entonces, viendo que iba a apagarse la candela, el lorito llamó a otras aves. En ese instante se dio cuenta que su pico, que era bien largo, ya casi se había acabado: se había quemado mientras agarraba la candela. Ahora era chiquito.

Vinieron el gallinazo, el vacamuchacho, el buitre, la pava y el trompetero para cubrir la candela con sus alas; y cuando venía el ventarrón por un lado, ponían sus alas de ese mismo lado. Al tapar con sus alas, protegiendo la candela contra la lluvia, se pusieron todos bien negritos de humo. Sus plumas quedaron así, negras, cuando pasó la lluvia; por eso todas ellas son aves de color negro.

Mientras tanto, ya el fuego estaba ardiendo con una llama inmensa y de allí, de ese palo seco, cayeron tizones grandes. Aprovecharon los hombres para recoger la candela y así pudieron asar su pescado y cocinar su comida. Y hasta ahora tienen candela.

Otro día, los hombres le pidieron a Yoashiko que les enseñe a cazar con flecha. Yoashiko aceptó rápido y les trajo izana sin punta y les enseñó así a cazar. Él tenía varias flechas con punta de chonta, pero no les daba. Entonces, uno de ellos, al ver que les mezquinaba, fingiendo que estaba aprendiendo a cazar, le robó una y le apuntó con ella. Así pudo atravesar todo su cuerpo con la flecha. De esta manera mataron a Yoashiko, porque mucho maltrataba a la gente. Después, le destriparon, le abrieron la barriga y le sacaron su hiel. En ese momento llegó uno de sus hijos y preguntó: “¿Quién ha sacado la hiel de mi padre?”. Uno de los shipibo había escondido la hiel en su boca y por eso no podía hablar, así el hijo se dio cuenta quién había sido y le cacheteó, haciéndola saltar de su boca. La bolsa de hiel se chorreó, se manchó todo su cuerpo del hombre y se convirtió en un pajarito bien bonito de color verde azulito, que se llama jöri y vive en la montaña alta. Los otros shipibo se pintaron con la sangre y con la grasa de Yoashiko Inca y se convirtieron en guacamayos de colores; por eso es que hay guacamayos de color azul, colorados y amarillos.

¡Cuántos tipos de loro habrá…! Mi abuelita Rabihabë me contó que todas son personas convertidas.

Después que mataron a Yoashiko Inca, otro inca más bueno, Josho Inca, enseñó a los shipibo a hacer muchas cosas: su vestimenta en telar, sus diseños, sus vasijas. Pero le mataron; es por eso que nosotros ya no hemos aprendido más cosas, dice mi abuelita.

Explicación:

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