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Respuesta:La nueva resolución 3168 de 2015 del Instituto Agropecuario – ICA, que remplazó la resolución 970 de 2010, criminaliza las semillas ancestrales. Mediante esta norma, se prohíbe que un campesino le regale o venda a otro un puñado de semillas. La prepotencia autoritaria se asume por encima de once mil años de historia de la humanidad. En los planes de desarrollo forzado se legisla a favor de los acumuladores de la riqueza que brota de las culturas. El ICA, otrora instituto de investigación agrícola, convertido en brazo policial de la Organización Mundial del Comercio - OMC, cuya misión es encauzar todo centavito hacia los pulpos de acumulación y hacia los balances billonarios de los bancos. El ICA reconoce como semillas lícitas solo las de origen industrializado, cientifizado. Pero resulta que todas las semillas son de origen pre científico, patrimonio de los pueblos, de libre acceso ancestral. Las semillas son creaciones culturales milenarias, patrimonios colectivos de los pueblos, exentos, por lo tanto, de apropiación, embargo o limitación; es por ello que no se puede aplicar sobre ellas ninguna forma de propiedad intelectual y tampoco control para su libre uso y circulación. La desobediencia civil es, entonces, respuesta legítima y obligada contra la opresión, contra la hegemonía de la ciudad sobre el campo, contra el sometimiento de la agricultura a la visión inversionista y al control monopólico de las transnacionales semilleras.
Explicación:La agricultura parece ser creación femenina desde el neolítico, hace once mil años. La selección de las semillas probablemente se hacía desde criterios de adaptación al entorno, cualidades culinarias y utilitarias: método llamado selección masal, en el lenguaje de la modernidad. Un método parcialmente intuitivo, del que fue paradigma Burbanks en Estados Unidos.
Fue el método que usó Mark Alfred Carleton a partir de 1898 cuando colectó trigos rusos, resistentes al tizón y al frio, especialmente la variedad Karkov, con los cuales Canadá y Estados Unidos pudieron construir sus potentes zonas trigueras actuales[1]
Al método de la selección masal, de origen campesino ancestral, podríamos atribuir la creación del sistema universal de todas las semillas cultivadas: paradigma, la invención de infinitas razas de maíz por culturas de Abya Yala. La envoltura de la mazorca de maíz no es dehiscente, argumento de algunos para sostener que el maíz solo fue posible mediante intervención humana.
El método de la selección masal está vigente, incluso adoptado como método de los científicos. El método masal empieza a ser interferido por el método de los cruzamientos genéticos, origen atribuido al monje Mendel hacia la época de 1865-1866, quien se entretenía manipulando polen de guisantes. Mendel personifica la intrusión de la ciencia en el campo de la herencia, inaugurando un horizonte genético, que en agricultura constituye uno de los pilares de la visión hegemónica moderna, bioquímica: simultáneamente, se estaba desarrollando la visión química (que promovió Liebig) por industriales transnacionales, que previeron la coyuntura de uncir a los agricultores del mundo al carro de los agroquímicos. A la vez que Mendel cruzaba guisantes autógamos en Austria, William James Beal intentaba algo similar en Iowa en maíz, cruzando variedades (década de 1870), obteniendo híbridos más productivos. Treinta años más tarde (década de 1900) George Harrison Shull, Instituto Carnegie, Granja de Long Island, comprobó la hipótesis de líneas puras, con cuya base Henry Wallace estableció la Pioneer en 1927, empresa hibridadora. (Fuente: Paul de Kruif, Vencedores del hambre).
La alianza bioquímica se impone diáfanamente a partir de la primera guerra mundial, para la cual el dúo alemán Haber – Bosch aporta gases letales (cloro y mostaza), origen de los insecticidas clorados, indiscriminadamente utilizados hasta su prohibición por nocivos, en la década de 1970, tras tenaz lucha ambientalista, en la cual sobresalió en Colombia la palmirana agrónoma Elsa Nivia.
En la década de 1930, hacia 1936, un grupo de agrónomos, entre ellos Norman Bourlaug, trabajando en una estación experimental agrícola mejicana, propusieron el potenciamiento de la semilla mediante mecanización, riego, genética, inversiones, fertilizantes, venenos: así nació el concepto de revolución verde, por el cual Bourlaug recibió el Nobel de Paz, ya que el Nobel de agricultura, la ocupación más importante del mundo, no ha existido.