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1El reparto de regalos y la generosidad del Campeador según el Cantar de Mio Cid (CMC, en adelante) han sido analizados ya en diversas ocasiones. Cabe destacar especialmente, a mi parecer, tres estudios en concreto, por mostrar diferentes enfoques sobre el mismo tema. En primer lugar, y partiendo de Ibn Khaldun, que habla de la competitividad existente entre señores en cuanto a ostentación y excelencia, Miranda (2003) atribuye a los regalos un carácter agresivo y hostil, pues ve en la circulación de dones –entre los que incluiríamos tanto regalos como repartos de botín– una sucesión de acciones agresivas entre personajes que se hallan en una competencia hostil continuada, donde la entrega de regalos supone un intento de humillar al receptor de los mismos. Para el autor
Al aceptarlo, un regalo se convierte en un símbolo de dependencia y subordinación, ya que constituye un silencioso reconocimiento de inferioridad; mientras que declinarlo, significa rehusarse a participar en una relación que podría ser no sólo dominante sino hasta avergonzante y desprestigiante. Y es ahí donde radica su eficaz contenido de rivalidad porque su rechazo representa todo un desafío al poder y al prestigio del que lo ofrece (Miranda, 2003: 274).
2Según el autor, esta agresividad humillante alcanza a Minaya Álvar Fáñez y al rey Alfonso VI por medio de los regalos del Cid. La interpretación que propone Miranda sería muy interesante, por ofrecer un enfoque absolutamente novedoso sobre el poema, si no fuese porque se apoya en una tergiversación continuada de los datos que aporta, principalmente mediante lecturas subjetivas, eludiendo pasajes que claramente refutan su interpretación, sin sostén metodológico que le otorgue validez alguna. A todo ello habría que sumar, además, los evidentes errores filológicos apuntados certeramente por Montaner (2011: 726-727 [2007: 382-383]).