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La época de Rosas fue un período en la historia de la Argentina en la primera mitad del siglo XIX, en que el poder político estuvo controlado directa o indirectamente por el brigadier general Juan Manuel de Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires. La duración de la misma depende del punto de vista: si se refiere a la historia de la provincia de Buenos Aires, duró desde 1829 a 1852; si, en cambio, se refiere a la Confederación Argentina, duró desde 1835 a 1852.
Durante el período mencionado, Rosas ejerció el cargo de gobernador de la provincia de Buenos Aires en dos períodos, entre 1829 y 1832, y entre 1835 y su renuncia a raíz de la derrota en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852.
Durante el período no existió ningún gobierno nacional, y Rosas no ejerció cargo alguno de carácter nacional, pero las demás provincias le delegaron el manejo de las relaciones exteriores de todas ellas, incluyendo la firma de tratados en tiempos de paz y las declaraciones de guerra. No obstante, el poder real de Rosas excedió en mucho esas atribuciones, ya que por medio del control económico, el dominio militar y la presión política, limitó mucho las acciones de los gobernadores de las demás provincias; de hecho, varios de ellos fueron derrocados por presión de Rosas o por imposición de sus ejércitos. Y varios otros fueron elegidos únicamente en función de las buenas relaciones que tenían con Rosas.
El 1° de diciembre de 1828 estalló el golpe de Estado en Buenos Aires: las fuerzas del general Juan Lavalle avanzaron sobre el centro de la ciudad. Dorrego, carente de fuerzas, huyó a la campaña y en Cañuelas se reunió con Rosas.3
En la capital, una asamblea de simpatizantes unitarios nombró gobernador a Lavalle, que clausuró la Junta de Representantes. Inmediatamente partió a la campaña y el 9 de diciembre derrotó a Dorrego en la batalla de Navarro. Rosas se dirigió a Santa Fe, en busca del apoyo de Estanislao López, pero Dorrego no quiso abandonar su provincia. Traicionado por sus propias fuerzas, el gobernador fue entregado a Lavalle en el campamento de Navarro. El 13 de diciembre fue fusilado sin juicio previo, por orden del jefe unitario, quien asumió la responsabilidad por el hecho. Lejos de terminar con el federalismo, el asesinato de Dorrego daría inicio a una larga guerra civil, que alcanzaría a casi todo el país.3
La Convención Nacional declaró fuera de ley el gobierno de Lavalle, mientras López y Rosas asumieron la jefatura del ejército federal que debía operar en Buenos Aires.4
Lavalle envió ejércitos en todas direcciones, pero varios pequeños caudillos aliados de Rosas organizaron la resistencia. Los jefes unitarios recurrieron a toda clase de crímenes para aplastarla. No se ha difundido la memoria de estos hechos, pues ocurrieron en el campo y sus víctimas fueron gauchos y personas pertenecientes a clases sociales humildes.5
El gobernador intruso envió al coronel Federico Rauch hacia el sur, y una de sus columnas, al mando del coronel Isidoro Suárez, derrotó y capturó al mayor Mesa, que fue enviado a Buenos Aires y ejecutado. Al frente del grueso de su ejército, Lavalle invadió Santa Fe y llegó a ocupar la villa de Rosario. López, conocedor del terreno, eludió el combate y agotó a las tropas unitarias en marchas y contramarchas, que finalmente debieron regresar a Buenos Aires.6 Mientras tanto, en el interior de esta provincia se generalizaba un alzamiento de gauchos del campo, que enfrentaron a los jefes unitarios y los vencieron repetidamente, obligándolos a encerrarse en las inmediaciones de la capital.
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