• Asignatura: Historia
  • Autor: orimena1103
  • hace 6 años

Cual es la diferencia que existia entre la poblacion rural y la poblacion urbana en la epoca colonial​

Respuestas

Respuesta dada por: dandiloeduardogiron
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Respuesta:

Explicación:

En nuestro caso, igual que en el resto de Hispanoamérica, España dominó las áreas descubiertas fundando ciudades. Un nuevo núcleo urbano significaba la posesión de tierras y la sujeción de los pueblos que las habitaban. Desde las ciudades se organizaba la explotación de las regiones conquistadas y se administraban las unidades económicas.

En el actual territorio de Colombia, los conquistadores fundaron numerosos centros urbanos desde los cuales ejercían su poder, delimitados por un complejo sistema de circunscripciones de lugares, parroquias, villas y ciudades. La necesidad de mantener vínculos estrechos con la metrópoli hizo que los españoles otorgaran considerable importancia a ciertos núcleos urbanos, tales como puertos marítimos y fluviales, que actuaban como enclaves económicos y militares. Además, la distribución de los recursos económicos y demográficos también constituyó un criterio nada despreciable en el proceso de fundación de ciudades.

El contraste entre las ciudades hispanoamericanas y las del resto del continente —de origen inglés, holandés, alemán y lusitano— es simbolizado por el trazado físico. El “tablero de ajedrez” español tiene antecedentes medievales, pero sólo alcanza su apogeo en el Renacimiento. Este aspecto es tan marcado que cierto autor afirma que “una ciudad hispanoamericana es una plaza mayor rodeada de calles y casas, antes que un conjunto de casas y calles en torno de una plaza mayor”.

Desde el comienzo, en la Colonia temprana, la primacía urbana, en cierta medida, fue independiente del peso específico de sus habitantes. En otros términos, no se puede hacer depender la importancia de una ciudad de la correlación población urbana-población rural.

   A lo largo de toda su historia, la ciudad no se caracteriza ni por el número de sus habitantes, ni por las actividades de los hombres que allí residen, pero sí por sus rasgos particulares de estatus jurídico, de sociabilidad y de cultura. Estos rasgos derivan del rol primordial que desempeña el órgano urbano. Este rol no es económico, es político. La ciudad se diferencia del medio que la circunda, y en éste ella es el punto de residencia del poder. El Estado crea la ciudad. Sobre la ciudad el Estado toma lugar.

Debido a este carácter, la ciudad asumió el papel de ser un gran escenario donde se representaba el poder, y por ello el espacio urbano se dispuso de cierta manera. Por sus estructuras, la ciudad mostraba lo que se concebía como el orden: los ángulos rectos, las aguas canalizadas, los emblemas como las plazas y las fuentes surgieron como las victorias de la cultura sobre la naturaleza. El esplendor de la vida urbana se proyectaba en el campo, el cual producía para la ciudad alimentos y materias primas, además de pagar impuestos. Esta riqueza se acumulaba en la ciudad. La ciudad atraía la opulencia y a los hombres que producían esta opulencia.

Paralelamente al crecimiento de la población, que se puede medir a través de los distintos censos y empadronamientos que se realizaron durante la segunda mitad del siglo XVIII,  en el que jugaron un papel de primera importancia la fundación de nuevos centros urbanos a lo largo del territorio, el crecimiento espontáneo de otros y la consolidación de la gran propiedad territorial en los medios rurales, organizada bajo los sistemas de inquilinaje y peonaje.

El sistema social que emergió durante el siglo XVIII mantuvo un elevado nivel de estabilidad, el que aseguró su supervivencia por más de dos siglos. Sin embargo, en este período, las relaciones sociales estaban marcadas por la precariedad, que se hizo visible en el alto número de vagabundos y otras personas que escapaban a las normas dictaminadas por la Iglesia y la elite dominante. La dicotomía entre el discurso oficial y la realidad social se hacía más patente en el ámbito de las relaciones familiares. El matrimonio y la familia conservaron altos niveles de informalidad, especialmente en los sectores más modestos, traduciéndose en un elevado porcentaje de hijos ilegítimos en relación al total de los nacimientos.

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