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La paleopatología estudia las enfermedades de nuestros ancestros a través de sus restos óseos. El estudio es obviamente reducido, pero ha dado un excelente resultado para definir los males que aquejaban a las comunidades prehistóricas, en especial los visibles en los fósiles: traumatismos y variaciones dentarias. También otras dolencias hereditarias.
Se han descubierto rasgos de malformaciones, bacterias y virus en fósiles de más de 300 millones de años, así como tumores en dinosaurios y mamíferos de hace 60 millones de años. Así pues, las enfermedades, como la muerte, están asociadas a la vida, son el eje central de la selección natural y, por extensión, de la evolución.
La artrosis ha sido calificada popularmente como “la enfermedad más antigua del mundo” y su incidencia ha sido encontrada no solo en homininos sino también en otros animales no mamíferos, como los reptiles. Junto a la artrosis, los traumatismos en el cerebro y en las extremidades son las huellas más notables de los períodos lejanos. Incluso huellas de traumatismos han sido halladas en restos de australopitecos.
Estas huellas nos han permitido, asimismo, tanto en el fósil sapiens como en el neandertal, encontrar la solidaridad para curar a los heridos. Desde tiempos lejanos, los traumatizados han recibido curas externas, desde chamanes o especialistas que en la actualidad llamaríamos médicos. Al parecer y en la mayoría de las culturas, con un marcado acento mágico.
Hay un hecho que se cita en contadas ocasiones, pero que, en el caso vasco, por la orografía de su terreno, ha tenido una influencia capital en la enfermedad: el calzado. Las innovaciones del siglo XIX, y en especial del XX, provocaron un descenso vertiginoso en neumonías y otro tipo de patologías relacionadas con la humedad que arrastraban las extremidades inferiores. Los avances tecnológicos, aunque sencillos como en este caso, el paso de las abarcas a los zapatos, han servido para mejorar la calidad de vida, en la misma medida quizás que
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La peste de Atenas. Fue la plaga más devastadora del mundo griego y fue documentada con detalle por el historiador Tucídides. Aquella peste – en la antigüedad todas las plagas se llamaban pestes – llegó desde Etiopía y según investigaciones actuales, pudo tratarse de fiebres tifoideas.
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