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Sabemos que el hambre, tanto en el hombre como en los demás mamíferos, estimulan la ingesta de alimentos. Dicho de otra manera, el hambre pone en marcha un conjunto de reacciones bioquímicas que incitan a comer, algunas de las cuales tienen como consecuencia el incremento de las percepciones sensoriales, especialmente el sentido del olfato. Ahora, un equipo internacional de investigadores codirigido por Pedro Grandes, del departamento de Neurociencias de la UPV/EHU y Giovanni Marsicano, de la Universidad de Burdeos, ha descubierto el mecanismo que une el hambre con el incremento de la percepción olfativa en ratones, lo que podría ser importante para la comprensión y tratamiento de desórdenes alimentarios como la anorexia. Publican sus resultados en Nature Neuroscience
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